"Roma está llena de leyendas que lo único que pretenden es engrandecer aún más su historia. Es como si la vieja ciudad dudara de su belleza, y hubiera encontrado en el pábulo un alimento para sobrevivir, un método de rejuvenecimiento" Emilio Calderón

sábado, 8 de junio de 2013

Papas, abejas y fuentes.




Pocas son las ocasiones en que el papado no haya querido dejar su impronta en el urbanismo de Roma, especialmente cuando durante los últimos años del s. XVI las fuentes comenzaron a desempeñar un papel importantísimo en la fisonomía de esta Urbs; en este sentido las creaciones de Bernini fueron, sin duda alguna, el factor decisivo en la transformación de la ciudad contribuyendo a convertirla en la “ciudad de las fuentes”.
Aunque el punto de partida para mi entrada de hoy no sea ni la fontana  más celebrada ni figure entre los capolavori del gran artista, quiero rendirle un pequeño tributo porque sí forma parte del imaginario personal de esa “Roma come la vedo io” ; me refiero en esta ocasión a esa pequeña joya situada al principio de la Via Veneto, junto a la Piazza Barberini,  y conocida, por razones obvias como veremos, como la Fontana dei Api, es decir, la Fuente de las abejas.
Abejas Barberini (agosto 2010)

 Se trata de una fuente  en la que llaman la atención tres enormes abejas esculpidas, posadas en la basa de una enorme concha de impresionante diseño, un Pecten o venera,  y bajo cada una de las cuales tres caños lanzan sutiles chorros que caen sobre la valva inferior que recoge el agua; la valva superior de la magnífica concha, abierta a modo de joyero, lleva  incisa una inscripción en la que se informa de quién encargó su ejecución, el año en que fue erigida y la finalidad con la que fue levantada:
    URBANUS VIII PONTIFEX MAXIMUS
    FONTI AD PUBLICUM URBIS ORNAMENTUM
    EXSTRUCTO SINGULORUM USIBUS SEORSIM COMMODITATE
    HAC CONSULUIT ANNO MDCXLIV PONT XXI
En efecto, en el año 1644  el papa Urbano VIII Barberini encargó a Bernini la ejecución de lo que se conoce como una bassa fontana,  una fuente de pequeñas dimensiones cuya función sería la de servir de abrevadero para las caballerías; este tipo de fuentecillas era frecuente que fuesen construidas en las proximidades de otra fuente monumental, como veremos que sucedió también esta ocasión. Convenía así el proyecto, al decir de su inscripción, tanto al embellecimiento público de la ciudad como a la utilidad y comodidad general,  al tiempo que se añade aquí también otra curiosidad. Una vez finalizada la obra, en junio de 1644, se puso la inscripción dedicatoria en la que figuraba que el papa Urbano se hallaba en el vigésimo segundo año de su  pontificado, aunque para entonces faltaban para él dos meses, y probablemente Bernini quiso así expresar una anticipación de buenos augurios; pero por aquellas fechas el pontífice estaba ya enfermo y esta celebración por adelantado fue vista por los romanos como una mala señal de modo que corrieron jocosas maledicencias por la ciudad. Fue entonces que el cardenal Francesco, sobrino del papa, hizo corregir con escalpelo la última I de la numeración romana convirtiendo así el XII en XI;  el 29 de julio de 1644 moría Urbano VIII, desencadenándose una oleada de alegría y de odio en cuanto fue conocida la noticia.
La presencia de las tres enormes abejas que adornan la fuente tiene su explicación en el escudo familiar de los Barberini, una poderosa familia toscana establecida después en Florencia y que habría de alcanzar su máximo poder al alcanzar la silla de San Pedro uno de sus miembros, Maffeo Barberini, precisamente con el nombre de Urbano VIII; con este papa el término “nepotismo” se hizo efectiva realidad, al favorecer a las claras a miembros de su familia. A las “sombras” de su papado se unen también las “luces”: el mecenazgo a artistas como el propio Bernini y el acometimiento de grandiosas obras del Barroco, en muchas de las cuales aparecen omnipresentes las tres heráldicas abejas como emblema de los Barberini.
Emblemas papales en la Fontana del Tritón (agosto 2010)

Desde siempre las abejas han sido símbolo de  laboriosidad y de diligencia, de orden y de trabajo disciplinado, de una organización que garantiza una sociedad próspera, estable y perdurable en el tiempo; no en vano el poeta romano Virgilio les dedicó el libro IV de sus Geórgicas, alabando su naturaleza y su maravilloso modo de vida. Las abejas Barberini eran consideradas como símbolos de la Divina Providencia, esa misma Divina Providencia que da nombre al  enorme fresco de “La Alegoría” que Pietro da Cortona pintó como un espectacular ejercicio de  exaltación de la familia papal, una glorificación del pontificado de Urbano VIII en el Palazzo Barberini.  Este extraordinario palacio o, aún mejor, villa suburbana, fue iniciado en 1627 bajo la dirección del arquitecto Carlo Maderno englobando una preexistente construcción, la Villa Sforza; pero en realidad el proyecto era muchísimo más ambicioso pues, además de transformar este edificio en una villa-palacio digna de convertirse en la residencia fastuosa de la más prestigiosa de las familias romanas, se acometió al mismo tiempo una actuación de todo el entorno circundante consiguiendo así una perfecta integración.
Fuente del Tritón con el Palazzo Barberini a la derecha (agosto 2010)

Es en este proyecto rediseñado en el que encaja a la perfección la bellísima Fontana del Tritón, en mármol travertino, que Bernini diseñó para la Piazza Barberini, próxima al homónimo palacio y que constituyó el elemento principal de la remodelación de la antes llamada Piazza Grimana; se trata de una espectacular creación de elemento mitológico: un fornido Tritón, ser marino del cortejo de Poseidón, mitad hombre, mitad pez, sobre una gigantesca concha, sopla con fuerza una caracola que lanza hacia arriba un potente chorro de agua. Todo ello reposa sobre cuatro curiosos delfines entre cuyas colas se entrelazan la tiara papal y las llaves de S. Pedro con el escudo de los Barberini, donde de nuevo hallamos las tres heráldicas abejas, eso sí, de mucho menor tamaño que en nuestra Fontana dei Api. Esta es la fuente monumental a la que anteriormente hacía yo referencia cuando explicaba que en las proximidades de estas obras solía colocarse otra de menor tamaño destinada al uso público, algo así como una “hermana menor” de aquella otra colosal.
Delfines y abejas en la Fuente del Tritón (agosto 2010)

Pero volvamos de nuevo a nuestra más modesta Fontana que, curiosamente, no ocupa ya hoy ni  su emplazamiento original ni presenta su primitivo aspecto porque, como veremos a continuación, son muchas las vicisitudes por las que ha pasado este berniniano beveratore delli caballi.
La Fontana de las abejas ocupaba en los tiempos de su inauguración otra esquina, entre la Piazza Barberini  y la Via Sistina, y allí permaneció hasta que en 1867, por razones de reordenación del tráfico y de la circulación, fue desmontada y abandonada con poco cuidado en los depósitos municipales del Testaccio donde permaneció casi olvidada hasta que las voces de algunos estudiosos se alzaron reclamando su reposición; de la mano del escultor Adolfo Apolloni fue reconstruida  y reinaugurada en el año 1916  donde hoy podemos verla aislada al comienzo de Via Vittorio Veneto.
Sin embargo, no fue sólo el nuevo lugar donde fue ubicada lo que cambió; los trabajos de reconstrucción fueron muy laboriosos porque la mayor parte de las piezas que la formaban se habían perdido y tan sólo se conservaba la abeja central y el fragmento sobre el que estaba posada. Ello explica que lo que hoy podemos contemplar responde a una idea poco “fiel” de su aspecto original, si lo comparamos con el dibujo  de 1665  que de la plaza nos dejó Lievin Cruyl, el dibujante flamenco de Gantes que vivió en Roma entre 1664 y 1674  y a quien debemos magníficos testimonios de la ciudad en su tiempo;  en él es posible apreciar cómo era el diseño original en la ilustración 10, L. Cruyl, Prospetto della Piazza di Sforza, hoggi Piazza Barberino, c.1664-1666, en el siguiente enlace:
Según se desprende de esta valiosa fuente de información, la Fontana en cuestión adosaba su valva superior contra la esquina de un palacete propiedad de Nicolò Soderini, mientras que la valva inferior se apoyaba directamente sobre el suelo. No obstante, en una antigua foto del archivo fotográfico del Comune di Roma realizada antes de su demolición, he podido comprobar que antes de 1867, fecha en que fue desmantelada y retirada, la valva inferior estaba alzada del suelo sobre bloques de piedra,  tal como también podemos verla hoy.
Además del cambio de ubicación y de diseño, la Fontana experimentó variación también en el material con el que fue reconstruida en la copia encargada a Apolloni: el blanquísimo mármol de Carrara del original, conocido como “mármol lunense”, fue sustituido por mármol travertino, más amarillo, procedente de la Porta Salaria, una parte de la Muralla Aureliana que había sido demolida en 1871.
Fontana dei Api en la actualidad (agosto 2010)

En la actualidad poco queda del proyecto inicial si nos fijamos en que la Fontana se nos presenta exenta de cualquier edificio, con su valva superior soportada por un falso murete en claro recuerdo de su primitiva localización; la última restauración se llevó a cabo en el año 2000, pero sólo cuatro años después fue objeto de un acto vandálico en el que se perdió la cabeza de una de las abejas (y aún anda desaparecida) por lo que tuvo que ser reemplazada por una copia.
Pese a toda su larga odisea, la Fontana dei Api se levanta en pleno siglo XXI como rumoroso testigo de ese glorioso pasado barroco de Roma, en medio del incesante tráfico y de las hordas de turistas que, camino de la cosmopolita y bulliciosa Via Veneto, pasan junto a ella sin reparar demasiado en su belleza; pero ella sigue allí, tantos siglos después, cumpliendo, como rezaba su inscripción fundacional,  su doble función de pública ornamentación de la Ciudad y al mismo tiempo de fuentecilla para uso de los ciudadanos, con su trío de “barberinianas” abejas centinelas.  Y doy fe de que su agua, fresquísima, es excelente para aplacar la sed y no ha habido ocasión en que no me detenga para admirarla, fotografiarla  y beber un sorbo.
Bebiendo en la Fuente (marzo 2011)

Después de larga entrada (y juro que nunca pensé que fuese a resultar tan extensa), tan sólo me queda, estimad@s lector@s, daros las gracias por vuestra paciencia, invitaros a conocer este modesto tesoro de Roma y brindar con vosotr@s con un trago de su agua. SALUTE!  
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