"Roma está llena de leyendas que lo único que pretenden es engrandecer aún más su historia. Es como si la vieja ciudad dudara de su belleza, y hubiera encontrado en el pábulo un alimento para sobrevivir, un método de rejuvenecimiento" Emilio Calderón

domingo, 4 de noviembre de 2012

MEMENTO MORI.



Hace ya un año que inicié la aventura de este blog,  cuya redacción se vio, por motivos personales, interrumpida durante meses; es por ello que más que celebrar su aniversario, debo conmemorar hoy  su “renacimiento”, y es por esta razón, en consonancia con las fechas en las que nos encontramos, que elegí como título este , Memento mori, ‘Recuerda que has de morir’, frase que tiene su origen en las palabras  admonitorias que en las procesiones triunfales de los generales victoriosos en Roma un esclavo susurraba al oído del homenajeado mientras sostenía sobre su cabeza una corona de oro, una clara advertencia de que,  a pesar de que vivía un esplendoroso momento de triunfo, no debía  olvidar ni por un momento su naturaleza mortal:
Respice post te! Hominem te esse memento!
"¡Mira tras de ti! Recuerda que eres un hombre"
                                                                                                                    (Tertuliano, Apologético, 33)
Tiene, pues, como objeto esta entrada hacer un recorrido virtual por aquellos lugares de Roma que tienen una enorme carga simbólica, que recordaban y siguen recordando la fugacidad de la vida, la naturaleza mortal de los humanos. No son estos, evidentemente, los únicos; hay muchos, muchísimos diseminados por toda la Ciudad Eterna, pero sí son muy significativos en mi particular imaginario romano.
He de comenzar, como empieza siempre mi primera tarde en Roma, por la Cripta de los Capuchinos en la Iglesia de Sta. María de la Concepción, en plena Via Vittorio Veneto, la  calle que hizo archifamosa  Fellini con su Dolce Vita. El templo del s.XVII  es  de estructura sencilla y poco atractiva pero  esconde una cripta adyacente situada a la derecha antes de subir por las escaleras a la iglesia; un pasillo de unos sesenta metros se abre a cinco capillas donde puede contemplarse el abigarrado espectáculo de los huesos de unos 4.000 monjes capuchinos que fueron enterrados allí transformados en flores, guirnaldas, rosetas, lámparas , una clepsidra alada, estructuras arquitectónicas,  esqueletos enteros de monjes cubiertos con los hábitos franciscanos y hasta tres pequeños esqueletos infantiles en la última sala, todo ello en medio de  un exigidísimo profundo silencio y un penetrante olor a humedad. Pese a que hoy el lugar es tildado por muchos de lúgubre y macabro, era este un lugar de sepultura y reflexión, de oración y de introspección, donde los monjes acudían cada tarde antes de descansar:
Hic iacet pulvis  cinis et nihil, ‘ Aquí yace polvo, ceniza y nada’ reza la lápida del fundador,  el cardenal Antonio Barberini, que cubre el suelo de la iglesia en el piso superior.
Pero por raro que hoy pueda parecernos, la cripta está llena de referencias a la resurrección después del tránsito de la muerte, el  esperanzador consuelo cristiano más allá de la vida terrenal: un lienzo con el episodio bíblico de  la resurrección de Lázaro;  cráneos con omóplatos que hacen las veces de alas; uno de los esqueletos infantiles que  sostiene una guadaña en una mano mientras que en la otra una balanza para pesar las obras malas y buenas de los hombres y, como contrapunto, un reloj de esfera única como símbolo de la eternidad.
No están permitidas las fotos en este lugar,  pero propongo como alternativa su propia página web para  admirarlo: http://www.cappucciniviaveneto.it/cappuccini_spa.html
Otro de los lugares cuya visita apunto en este recorrido es sin duda uno de los más atractivos y curiosos, pero pasa desapercibido para la mayoría de los visitantes  por varias razones; la primera, porque se encuentra en  Santa María del Popolo, una de las iglesias más visitadas en Roma por la extraordinaria calidad de los Caravaggios que guarda, las espectaculares La conversión de San Pablo  y La crucifixión de San Pedro, ambas en la Capilla Cerasi, foco de todas las miradas. Compite también mi lugar con la extraordinaria Capilla Chigi, creada por el gran Rafael, con las originales tumbas de pirámides de mármol del banquero Agostino Chigi y su hermano, y que debe su creciente popularidad de los últimos años a la novela de Dan Brown, Ángeles y demonios, que la convirtió en uno de los escenarios de la trama; en esta hermosa capilla destaca un suelo de mármol diseñado por Bernini  con un motivo bien interesante: un esqueleto alado en cuya parte inferior figura una filacteria con las palabras Mors ad caelos, ‘La muerte hacia los cielos’, una perspectiva más positiva del inexorable  fin de la vida con la promesa de la salvación del alma.

Mors ad caelos

Después de admirar tal tesoro artístico en el interior de la iglesia, quizá el visitante advertirá al salir, en medio de una notable penumbra y a la derecha de la puerta, un escalofriante esqueleto de mármol de extraordinario realismo, cubierto con un sudario blanco y en actitud implorante, tras un artístico enrejado; de nuevo la finalidad de expresar  lo inevitable de la experiencia de la muerte. 

Memento mori, Sta. Mª del Popolo (agosto 2010)

Se trata de la tumba de Giovanni Battista Gisleni, figura italiana del Barroco, nacido  y muerto en Roma, que trabajó como artista polifacético para la corte polaca; pero lo que posiblemente sólo será advertido por un avisado viajero son los dos medallones de bronce colocados a ambos lados de esta Muerte enjaulada. El de la izquierda contiene la imagen de una crisálida con la inscripción In nidulo meo moriar, ‘En mi pequeño nido moriré’; en el de la derecha contemplamos a la mariposa abandonando el capullo, con la inscripción Ut phoenix multiplicabo dies, ‘Como un ave fénix  multiplicaré mis días’.

In nidulo meo moriar ... (agosto 2010)
Posiblemente sea otra versión, probablemente hebrea, del mismo versículo de Job 29:18, dicebamque in nidulo meo moriar et sicut arena multiplicabo dies’,  ‘Y dije: Moriré en mi nido y como arena multiplicaré mis días’. Para el cristianismo la mariposa es el alma que se desembaraza de su cuerpo terrenal y se transforma así en la imagen de la resurrección prometida; así puede explicarse y entenderse la inscripción grabada bajo el esqueleto como un lema:  NEQUE ILLIC MORTUUS, ‘Ni allí muerto’, la vida post mortem, la vida después de la muerte, la verdadera recompensa para el creyente.
No cabe duda de que este monumento funerario reúne todas las características para ser considerado una  auténtica catequesis visual, por la contundencia de la imagen y los elementos simbólicos que la rodean; merece, pues, la pena no perdérselo para vivir una auténtica experiencia barroca.
Trasladémonos ahora a un lugar visitadísimo,  la Basílica de San Pedro en el Vaticano; la grandiosidad del templo, la excepcional belleza artística que guarda, la constante marea humana  que lo llena…, quizá no hagan reparar en un curioso detalle. Hay en el corredor del crucero izquierdo una tumba muy interesante; se trata de la del papa Alejandro VII, en la que se muestra a la figura de un pontífice humilde, arrodillado en actitud de oración, sin la tiara, símbolo de su dignidad, y rodeado de cuatro alegorías, La Caridad, la Verdad, la Prudencia y la Justicia. Bajo el monumento funerario se abre la puerta de una de las sacristías del templo, tomada aquí en sentido metafórico como una entrada al Más Allá, una sensación que se acrecienta por estar medio cubierta por un cortinaje moldeado en  jaspe bajo el que emerge, con la cabeza escondida entre los pliegues, un enorme esqueleto de bronce, fantasmal y casi grotesco, que eleva hacia el papa en su mano derecha un reloj de arena que ya ha agotado su tiempo: Sic transit gloria mundi, ‘Así pasa la gloria del mundo’.  Es esta una advertencia clara para todos los hombres sin excepción  porque nadie, por rico o poderoso que sea, ni tan siquiera la cabeza visible de la Iglesia Romana podrá  escapar a su ineludible cita con la Muerte.
 Tumba de Alejandro VII, Bernini

Esta tumba de potente efecto teatral  que invita a la meditación es obra tardía de Bernini, uno de los últimos grandes trabajos  encargados por el propio Alejandro VII al artista; no fue, por supuesto, la única tumba papal que realizó. De hecho  hay otra anterior, también en San Pedro del Vaticano, el sepulcro del papa Urbano VIII;  en esta ocasión la estatua papal, bendiciendo , se muestra sobre su sarcófago  digna  y poderosa como un soberano invencible, investido y seguro de su autoridad, en bronce oscuro parcialmente dorado. Contrasta notablemente con las figuras alegóricas en mármol blanco que representan la Caridad y la Justicia; del sarcófago emerge un esqueleto alado , una personificación activa de la Muerte que escribe el nombre de Urbano en un enorme libro, la Muerte asumiendo el papel de la Fama inscribiendo el nombre del difunto en el Libro de la Eternidad.

Tumba de Urbano VIII, Bernini

Para terminar este recorrido iniciado he de volver al propio Bernini;  el gran artista barroco, el autor indiscutible de algunas de las más brillantes obras de la Historia del Arte Universal, el hombre que diseñó  magníficos mausoleos para papas y prohombres, tiene, sin embargo, como tumba para él y su familia tan solo una humilde losa de mármol  en el suelo en la Iglesia de Santa María la Mayor, a la derecha del altar. Sobre ella un escudo heráldico grabado y una breve inscripción de esperanza en la vida eterna, en consonancia con sus profundas convicciones religiosas:
NOBILIS FAMILIA BERNINI
HIC
RESURRECTIONEM EXPECTAT
‘La noble familia de Bernini  espera aquí la resurrección’

 
 Y una inscripción en el escalón superior  confirma el lugar con modestia infinita:
                  IOANNES LAURENTIUS BERNINI           
                  DECUS ARTIUM ET URBIS                
    HIC HUMILITER QUIESCIT
‘Juan Laurencio Bernini, orgullo de las artes y de Roma, aquí descansa con humildad’

Sirvan estas últimas palabras como colofón de esta entrada que, espero, amables lectores, haya sido de vuestro agrado.
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