En Roma, en el populoso distrito de Castro Pretorio y a escasos metros de dos magníficas iglesias, Sta. Susana y Sta. María de la Victoria, hallamos un templo mucho más modesto y menos conocido pero cuyo pasado lo transforma en excepcional; este es el motivo que me lleva a convertirlo hoy en absoluto protagonista de una historia que, espero, resulte reveladora de algunos datos interesantes y curiosos: me estoy refiriendo a San Bernardo alle Terme.
A la mayoría de los visitantes que transitan por esta zona
de la ciudad esta iglesia le pasa absolutamente desapercibida; a ello contribuye, además de la proximidad de las
ilustres vecinas que he mencionado al principio, el hecho de que la plazuela en
la que se ubica, llamada Piazza San Bernardo, está literalmente invadida por
coches y motos, creando un caótico aparcamiento improvisado que eclipsa lo que debería
ser un recoleto entorno. Tampoco su
discreta fachada contribuye demasiado a reparar en ella y he de
reconocer con vergüenza, lo confieso, que yo misma la descubrí sólo después de haber
pasado en varias ocasiones anteriores por delante sin haberme percatado casi de
su presencia; en mi descargo he de decir
que admirar la hermosa fachada de Sta. Susana, obra de Carlo Maderno a finales
del s. XVI, obliga, involuntariamente, a dar la espalda a esta otra obra, obviamente
menor desde el punto de vista artístico, pero capaz de ser contenedor de las
múltiples historias que, al modo de las matrioskas
rusas, espero saber ir extrayendo con acierto.
Santa Susana (abril 2012) |
La historia de esta iglesia en cuestión, San Bernardo alle
Terme, está, como su propio nombre indica,
estrechamente vinculada a lo que fue una de las manifestaciones más grandiosas
de la arquitectura romana, las Thermae o baños públicos; se trata en
este caso de las que fueron las más notables de su tiempo, las monumentales
termas de Diocleciano, erigidas en el año 305 ó 306 d. C., cuando a finales del siglo III se produjo una
gran actividad edilicia y fueron varios los edificios termales que por entonces
se construyeron. Más suntuosas y formidables que las termas de Caracalla,
construidas un siglo antes, las de Diocleciano doblaron la capacidad de
aquellas, con un aforo de más de 3.000 personas ¡al mismo tiempo!; su extensión, que ocupaba una superficie de 11
ó 13 hectáreas en esta zona periférica de la ciudad, las convirtió en el más
gigantesco conjunto termal (380 x370 metros) de toda Roma y, si bien no podemos
apreciar ya su antigua grandeza, una parte significativa de ellas subsiste aún
como un espectacular ejemplo de reutilización de edificios antiguos.
De las gigantescas proporciones de esta construcción da
testimonio el hecho de que el nombre de la actual Estación Termini, la estación intermodal más importante de Roma para el
transporte ferroviario y nudo de la red de metro de la ciudad, situada en las
inmediaciones, sea una corrupción de la palabra terme, termas; en el lugar que ocupa hoy la estación se situaba la
enorme cisterna de casi 100 metros de longuitud, que, alimentada por un ramal
del más largo acueducto de la Roma antigua, Aqua
Marcia, abastecía de un agua
excelente a las Termas de Diocleciano. Este acueducto, que debe su nombre a su
promotor, el cónsul Quinto Marcio Rex, había sido construido entre el 144 y el
140 a. C. y proporcionaba a la ciudad nada menos que 187.000 metros cúbicos
diarios distribuidos a lugares elevados de la urbe, entre ellos la colina
Capitolina. En 1876 esta colosal cisterna, conocida con el nombre de Botte di Termi, fue destruida para
levantar en su emplazamiento la estación.
Las termas constituían para los romanos de la época imperial
el centro de reunión de la vida mundana; en ellas no sólo se bañaban, aunque
efectivamente se bañaban mucho, sino que aprovechaban para charlar, pasear,
descansar, tomar el sol, jugar, entretenerse, leer, cotillear los últimos
chismes, conseguir una invitación para cenar, buscar contactos sexuales
profesionales y ligar, entre otras muchas actividades. Y es que, adosados a las
dependencias propiamente balnearias que se estructuraban en una sucesión de
ambientes, el frigidarium, la sala de
baños fríos y última estancia por la que
pasaban los que se bañaban, el tepidarium
o sala de baños tibios y el caldarium o sala
de baños calientes, había también vestuarios para dejar la ropa (apodypteria), letrinas, pabellones,
piscinas, fuentes, palestras y gimnasios concurridísimos, galerías de arte,
salas de lectura (auditoria) , de
conferencias y de música, portales a cubierto para pasear… siguiendo
rígidamente la norma estándar de la época, un eje central con las estancias
distribuidas simétricamente a los lados;
de este modo el interior de este complejo lo ocupaban los baños propiamente dichos,
lujosamente decorados, donde los emperadores prodigaban su grandeza como huella
indeleble de su extraordinario poder granjeándose al mismo tiempo el aplauso y el agradecimiento
del pueblo. Éste no fue insensible a las virtudes de la práctica de la balneoterapia
(clarísimo precedente de la rimbombante denominación de SPA, Salus per aquam, para los actuales establecimientos de
relajación y salud con circuitos termales), sino que aplaudió la posibilidad de
participar en la vida cívica que también tenía lugar en las termas. Si a todo
esto unimos que todos sin excepción, libres o esclavos, varones y mujeres,
podían acceder por unas pocas monedas, y a veces incluso gratis, no es de
extrañar el enorme éxito de asistencia y el enorme bullicio que exasperaba al
mismísimo Séneca, quien tenía bajo su casa unos balnea meritoria, baños públicos, normalmente de propiedad privad, explotados como un negocio.
En medio de este gentío, atraído por las múltiples
posibilidades de ocio, no faltaban tampoco una caterva de personajes presta al
“negocio”: masajistas y depiladores alquilando sus servicios, vendedores de
bebidas y comestibles pregonando a voces su mercancía, poetas a la caza de
auditorio a quien leer sus epigramas o elegías, filósofos a la búsqueda de un
público más serio, truhanes y granujas al despiste, rufianes y alcahuetes de
medio pelo ofertando su “producto”, cuando no el “producto” mismo ofreciéndose,
jovencitos y no tan jóvenes zambulléndose en la piscina después de lucirse en
los ejercicios gimnásticos o … en los
juegos de pelota. ¡Por fin!, después
de esta larga digresión, he llegado al quid
de la cuestión que hoy me ocupa; pero veamos ahora que tiene que ver una
cosa con la otra.
Una de las los gestos que nacen con el ser humano mismo es
el de arrojar objetos, bien en la práctica de la caza y de la guerra, bien con el fin de simple divertimento; jugar con una pelota o un balón en las manos es
una actividad motriz natural en el hombre desde hace miles de años. Primero
entre los griegos y después entre los romanos,
el juego de pelota constituyó una mera actividad lúdica y tan saludable que el
propio médico Galeno recomendaba su práctica; con el fin de
favorecer que fuesen manejadas también por ancianos, mujeres, niños y
hasta convalecientes las pelotas aligeraron su peso. No me puedo resistir a
dejar aquí un precioso testimonio, el
famoso mosaico conocido como “de las chicas en bikini” procedente de la Villa romana del Casale en Piazza Armerina (Sicilia), donde se recrea
una escena de ejercicios gimnásticos diversos, entre ellos de pelota,
ejecutados por muchachas ataviadas con un atuendo que se nos antoja muy
familiar:
http://www.panoramio.com/photo/28330234 |
Los juegos de pelota estaban entre los ejercicios físicos
que las mujeres romanas practicaban con mayor predilección, pese a las
reticencias del poeta Ovidio para quien no se trataba de ejercicio adecuado por
la “debilidad de su sexo” (Ars amandi
III, 381-384); pero no era así para
los varones, destacándose en esta práctica Julio César y los emperadores Augusto,
Vespasiano y Alejandro Severo, quien sobresalía en esta actividad.
Los romanos, herederos de las costumbres griegas de este
deporte, practicaban los juegos de pelota como signo de distinción social, en
aras de lo que llamamos la “elegancia griega”; fue el famoso Campo de Marte,
lugar por antonomasia en Roma para las maniobras militares, la instalación deportiva más grande de la
ciudad y escenario de esta y otras habilidades y destrezas, propias de los hombres
en palabras de Ovidio (op. cit.). Pero
no fueron tampoco ajenos a esta actividad
las carreteras, los campos abiertos, los espacios libres de la ciudad, las zonas
de las villas habilitadas a tal fin, ni mucho menos las grandes termas, donde
existían locales destinados al juego de pelota llamados sphaeristeria, del griego σφαῖρα, sphaira,
‘pelota’.
En las termas de Diocleciano, dos rotondas o salas
circulares delimitaban en las esquinas del muro perimetral sudoeste, gemelas y
simétricas, situadas hoy en la Via Torino, enmarcando el diseño
semicircular de la gran exedra de las
Termas de Diocleciano, una construcción
descubierta, con asientos, usada como lugar
de encuentro abierto y conversación filosófica; las dimensiones y el trazado de
esta primitiva exedra fueron
respetados cuando, alcanzada la unidad de Italia, se produjo un intenso
desarrollo urbanístico de esta parte de la ciudad. Los nuevos edificios, dos suntuosos
palacios del s. XIX con soportales, son obra del afamado arquitecto Gaetano
Koch en la llamada con razón Piazza dell’Esedra,
de forma semicircular, porque se levantaron siguiendo la primitiva planta
romana, como puede verse todavía hoy al contemplar el bellísimo Hotel Boscolo
Exedra Roma, que, tras magníficas
labores de restauración y respetuosa intervención, ofrece un ejemplo sin igual
y cuya web oficial invito a visitar, sobre todo, con insana envidia, lo
reconozco, de quienes tienen la suerte
de disfrutarlo: http://exedra-roma.boscolohotels.com/
Más tarde, en la década de los años 50 la Piazza dell’Esedra cambió su nombre por el de Piazza della Reppublica y de ella arranca la importante calle comercial que es Via Nazionale; en el centro de la plaza se sitúa la impresionante Fontana delle Naiadi o Fuente de las Náyades, ninfas del elemento líquido, seres femeninos que encarnan el curso del agua que habitan. El comitente de la obra fue el papa Pío XI en 1870 y por entonces la adornaban cuatro leones; en 1901 el escultor Mario Rutelli fue el encargado de sustituir los animales del proyecto original por las figuras desnudas, voluptuosas y carnales de cuatro jóvenes que representaban a las divinidades protectoras del agua sagrada. El nuevo proyecto causó no poco revuelo debido a la explícita desnudez de las figuras, dotadas de rotundas formas, y un gran escándalo porque corría el rumor de que las modelos que habían posado eran prostitutas.
Hoy, cada vez que me paro a contemplar la Fontana delle Naiadi, las reticencias y críticas de aquel entonces me hacen esbozar como mínimo una sonrisa ante esa supuesta exhibición impúdica de las esculturas que tanto estupor puritano causó entre los romanos de principios del S. XX. O tempora, o mores, que decía el sabio Cicerón.
Esas dos rotondas de las que hemos hablado antes tenían como función servir precisamente de sphaeristeria, canchas para los juegos de pelota, locales normalmente cubiertos reservados a la práctica de diversas modalidades de esta práctica deportiva, en muchos casos determinadas por el tipo de pelota (pila lusoria, sphaera) con la que se jugaba; y hay que decir que tanta era la afición que manifestaba el pueblo por este juego que había quien no hacía ninguna otra cosa en todo el día. El ejercicio de estos juegos de pelota se practicaba, sobre todo, antes de tomar el baño, de ahí que los locales estuviesen muy próximos a las salas termales, y desnudos.
De los diferentes tipos de esférico empleado nos da cuenta Plinio en su Historia natural 7, 56, 57 cuando cita cuatro: trigonalis, paganica, follis y harpastum; con estos términos se designa no sólo la pelota en sí sino también la particular forma de juego con cada una de ellas. La pila paganica estaba rellena de plumas y con un recubrimiento de lana y de una piel muy ligera; de peso equilibrado, era de menor tamaño que la follis, pero más gorda que la trigonica y la preferida antes del baño. Niños y muchachas juegan con ella, aunque ya Ovidio (op. cit.) recomienda a estas servirse de una raqueta (reticulum) que impida dañar sus delicadas manos.
Los sphaeristeria permitían, al parecer, varios círculos a la vez en los que era posible jugar a varios estilos simultáneamente, lanzándola sin tocar el suelo, o dejándola votar con gran ruido antes sobre la tarima del suelo entre los gritos enfervorizados del público; a esta modalidad se la conocía como vitrae pila ludere y a sus jugadores como pilicrepi, muchas veces profesionales con partidos organizados y fines lucrativos.
También se jugaba a la pila trigonica, de menor tamaño que la anterior pero de mayor dureza y rellena de pelos; solía jugarse con tres jugadores que, desnudos y ungidos de aceite, se disponían en ángulo. Consistía el juego en lanzarse de uno a otro la pelota con gran fuerza y rapidez con el fin de que el rival fallase, pero evitando a toda costa fallar uno mismo, y, como cada vez se sacaba en una dirección, convenía al jugador ser ambidiestro.
Y, del mismo modo que en la actualidad un grupo de jóvenes actúan de recogepelotas durante los partidos de tenis, también en estos partidos había sirvientes y esclavos para este fin; una vez recuperadas, eran metidas en una caja o bolsa para volverlas a poner en juego cuando se necesitasen y había también encargados de contarlas. Para esta información resulta extraordinariamente útil como fuente documental la novela El Satiricón de Petronio, donde uno de los personajes, un liberto adinerado y pomposo, hace ostentosas demostraciones de su recién conseguida riqueza y celebra una memorable cena en su casa, previo paso por los baños públicos, en el episodio más extenso que ha llegado a nosotros, “La cena de Trimalción”.
Otras fuentes nos hablan de variantes de juego que hacen recordar deportes de pelota actuales: el harpastum, un juego de estrategia similar al fútbol americano, con un balón pequeño y duro; el expulsum ludere, parecido al balonmano, jugado con un balón grande contra un muro que hacía de portería; la sphaeromaquia, quizá embrión del rugby…
Toda esta larga explicación nos acerca a la consideración de las termas como espacios polivalentes, germen de las edificaciones públicas multifuncionales y precursoras de los grandes equipamentos deportivos actuales, de ahí su ejemplar importancia.
Hoy, cada vez que me paro a contemplar la Fontana delle Naiadi, las reticencias y críticas de aquel entonces me hacen esbozar como mínimo una sonrisa ante esa supuesta exhibición impúdica de las esculturas que tanto estupor puritano causó entre los romanos de principios del S. XX. O tempora, o mores, que decía el sabio Cicerón.
Esas dos rotondas de las que hemos hablado antes tenían como función servir precisamente de sphaeristeria, canchas para los juegos de pelota, locales normalmente cubiertos reservados a la práctica de diversas modalidades de esta práctica deportiva, en muchos casos determinadas por el tipo de pelota (pila lusoria, sphaera) con la que se jugaba; y hay que decir que tanta era la afición que manifestaba el pueblo por este juego que había quien no hacía ninguna otra cosa en todo el día. El ejercicio de estos juegos de pelota se practicaba, sobre todo, antes de tomar el baño, de ahí que los locales estuviesen muy próximos a las salas termales, y desnudos.
De los diferentes tipos de esférico empleado nos da cuenta Plinio en su Historia natural 7, 56, 57 cuando cita cuatro: trigonalis, paganica, follis y harpastum; con estos términos se designa no sólo la pelota en sí sino también la particular forma de juego con cada una de ellas. La pila paganica estaba rellena de plumas y con un recubrimiento de lana y de una piel muy ligera; de peso equilibrado, era de menor tamaño que la follis, pero más gorda que la trigonica y la preferida antes del baño. Niños y muchachas juegan con ella, aunque ya Ovidio (op. cit.) recomienda a estas servirse de una raqueta (reticulum) que impida dañar sus delicadas manos.
Los sphaeristeria permitían, al parecer, varios círculos a la vez en los que era posible jugar a varios estilos simultáneamente, lanzándola sin tocar el suelo, o dejándola votar con gran ruido antes sobre la tarima del suelo entre los gritos enfervorizados del público; a esta modalidad se la conocía como vitrae pila ludere y a sus jugadores como pilicrepi, muchas veces profesionales con partidos organizados y fines lucrativos.
También se jugaba a la pila trigonica, de menor tamaño que la anterior pero de mayor dureza y rellena de pelos; solía jugarse con tres jugadores que, desnudos y ungidos de aceite, se disponían en ángulo. Consistía el juego en lanzarse de uno a otro la pelota con gran fuerza y rapidez con el fin de que el rival fallase, pero evitando a toda costa fallar uno mismo, y, como cada vez se sacaba en una dirección, convenía al jugador ser ambidiestro.
Y, del mismo modo que en la actualidad un grupo de jóvenes actúan de recogepelotas durante los partidos de tenis, también en estos partidos había sirvientes y esclavos para este fin; una vez recuperadas, eran metidas en una caja o bolsa para volverlas a poner en juego cuando se necesitasen y había también encargados de contarlas. Para esta información resulta extraordinariamente útil como fuente documental la novela El Satiricón de Petronio, donde uno de los personajes, un liberto adinerado y pomposo, hace ostentosas demostraciones de su recién conseguida riqueza y celebra una memorable cena en su casa, previo paso por los baños públicos, en el episodio más extenso que ha llegado a nosotros, “La cena de Trimalción”.
Otras fuentes nos hablan de variantes de juego que hacen recordar deportes de pelota actuales: el harpastum, un juego de estrategia similar al fútbol americano, con un balón pequeño y duro; el expulsum ludere, parecido al balonmano, jugado con un balón grande contra un muro que hacía de portería; la sphaeromaquia, quizá embrión del rugby…
Toda esta larga explicación nos acerca a la consideración de las termas como espacios polivalentes, germen de las edificaciones públicas multifuncionales y precursoras de los grandes equipamentos deportivos actuales, de ahí su ejemplar importancia.
Abandonadas durante largo tiempo el Destino sonrió a una de estas rotondas de las termas, en concreto a la del lado sudoeste, que fue convertida en iglesia cuando en 1598 a iniciativa de la condesa Caterina Nobili Sforza di Santa Fiora, que había adquirido el edificio cinco años antes, la reestructuró a sus expensas y la donó inicialmente a los Feuillants, aunque más tarde pasó a la congregación de San Bernardo de Claraval, fundador de los Cistercienses, y de quien la iglesia tomó su nombre.
Interior de San Bernardo (abril 2012) |
Y como hasta para ser monumento hay que tener suerte, no corrió igual fortuna la otra rotonda, pero esa es otra historia que dejo para la segunda parte prometida de esta entrada.
Sólo me queda desear toda esta larga exposición haya sido de agrado y que haya despertado la curiosidad de mis amables lector@s para seguir leyéndome.
Tenían de todo en aquellas termas, como en un moderno centro lúdico-cultural. He visto la exedra, tal como ha quedado tras la contrucciones del XIX. Qué preciosidad.
ResponderEliminarEstaré atento a la continuación. Un gran abrazo, mi querida amiga.
Querido Dlt, llevas razón en tu comentario porque las termas se conviertieron para los romanos en auténticos clubs sociales de múltiples actividades, lugares de popular reunión en torno a los que giraba la vida de la ciudad y de sus habitantes.
EliminarLa plaza de la Exedra es magnífica con esos elegantes palacios decimonónicos, aunque te diré que en los últimos años hasta la "Macdonalización" ha llegado a ellos y junto al Hotel Boscolo Esedra convive hoy ¡una de estas internacionales hamburgueserías, punto de encuentro de la juventud romana y no romana! "Mutatis mutandis" quiero ver en ello no aberración moderna sino la pervivencia del mundanal ambientazo que se creaba en tiempos en aquellas termas y sus aledaños.
Espero, querido amigo, ser capaz de ofreceros una grata segunda parte de esta historia.
Mil bicos.
¡Quién iba a decir que una cancha de juegos se iba a convertir en una iglesias cristiana en el que prima el silencio! Seguro que en ella, en la quietud de las noches, aún se puede escuchar el rumos de los pelotazos y el griterío de los romanos, tan amantes del ejercicio físico.
ResponderEliminarEl que pase desapercibida me parece normal ante la grandiosidad de la fachada del templo que se alza al otro lado de la plaza y, claro, como los romanos para el tráfico son tan caóticos, no me extraña que su entrada prácticamente esté vedada al turista curioso.
Un beso
Querida Carmen, mucho me alegra saber que he sabido sorprenderos con una de esas curiosidades que Roma nos regala a cada paso; también yo he pensado, al permanecer en su interior, en medio del recogimiento y silencio al que contribuye la escasa presencia de curiosos y turistas, en el bullicio y el ruido atronador que debía de producirse durante los partidos. Espero saber acercaros en mi próxima entrada la historia de esta iglesia que, como bien dices, pierde en la comparación con las iglesias de la vecindad; pero ya sabes que yo, lejos de hacer protagonistas de mis historias a los grandes "elefantes blancos" de la Urbs, prefiero recuperar del olvido estas modestas obras detrás de cuya aparente discreción esconden un curioso pasado.
EliminarMuchísimas gracias por tu visita y tus acertadísimos comentarios que siempre aportan a mis entradas nuevos elementos de interés.
Mil bicos, carissima.
Interesante como siempre. Y no olvidemos que en una chancha de pelota como la que nos describes se inicio la revolución francesa y todo lo ella conllevo.
ResponderEliminarAprovecho la visita para agradecerte tu comentario en mi cuasi-abandonado blog, gracia por recordarme , y espero volver pronto.
Mil besets desde Valencia, también patria de la "pilota".
Mi querido Miguel Ángel, ¡qué grato ha sido volver a tener noticias tuyas! Sabes que se os añora a ti y a tu magnífica bitácora que espero que pronto, prontísimo, vuelva a estar a pleno rendimiento.
ResponderEliminarMe ha encantado conocer por ti el papel destacadísimo que estas cachas deportivas han "jugado" en otros momentos trascendentales de la Historia y que tu tierra valenciana sea la patria de la "pilota"; estimulada por la curiosidad que suscitaron tus palabras, descubrí con sorpresa ese famoso bando de 1391 por el que se prohibía la práctica en la calle del juego de pelota, exceptos a los niños, por el lenguaje deslenguado y soez que empleaban los jugadores. ¡No creo que en las termas los romanos empleasen un lenguaje más "refinado" durante los partidos, del mismo modo que el que hoy puede escucharse durante los partidos de fútbol desde las gradas y en el propio campo!
Gracias por estar siempre ahí, por seguir leyéndome y por tus siempre amabilísimos comentarios; espero, caro, que mi próximo comentario sea ya dándote réplica en tu propio blog, que ya lo estaba echando mucho de menos.
Mil biquiños de esta Coruña bendecida ¡por fin! por Apolo con un verano maravilloso de sol y calor.
Los centros comerciales y de ocio se llamaban entonces "termas".
ResponderEliminarAprovechando que interrumpo brevemente las vacaciones, paso por tu blog a saludarte.
Feliz verano.
Querido Cayetano, estoy completamente de acuerdo contigo; los modernos complejos comerciales en donde lo mismo ves una peli, acudes al gimnasio o la piscina, haces la compra, curioseas sin rumbo fijo por tiendas y escaparates, te tomas un piscolabis, montas en karts, comes, cenas o aprovechas para ligar, no están tan lejos de aquellas termas, sino cerca, muy cerca. Y te lo digo desde la ciudad que "presume" de tener el centro comercial más grande de España y el tercero de Europa. Vuelvo al sabio Cicerón: "O tempora , o mores".
EliminarGracias por hacerme un hueco en esasa vacaciones que bien te mereces; es siempre un placer recibir tu visita y tu comentario.
También para ti feliz verano y mil bicos.
Un lugar de recreación en los tiempos del imperio romano.No me extraña que pase desapercibida, no esta en el mejor sitio por decirlo de alguna manera y ademas con todo el parque movil que han montado delante menos aun.
ResponderEliminarGracias por compartir y regalarnos este espacio para podernos adentrarnos más en esta cultura que tanto bueno ,como malo ,nos han dejado.Me encanta igual que a tí adentrarme en los lugares que pasan más desapercibidos porqué siempre hay algo por lo que sentirse atrapado.
Un abrazo inmenno hasta pronto para seguir leyendote.
Querida Bertha, me encanta saber que he acertado con esta propuesta que, como bien dices, es pasada absolutamente por alto por cualquiera que se ve atraido por la proximidad de otras obras cercanas de mayor renombre y por el improvisado parking que, te aseguro, se arremolina ante su fachada; no ha habido ocasión que haya pasado por allí que no haya visto semejante parque móvil a su alrededor.
EliminarQuizás por eso, poder descubriros bajo su insignificante apariencia toda una historia llena de curiosidades me causa una enorme satisfacción.
Como siempre, es un placer recibir tu visita y tu amabilísimo comentario y te hago llegar mil bicos.
Estupenda y documentadísima entrada, querida amiga. Mientras te leía volaba con mi imaginación a Roma, a esa maravillosa iglesia y a la más hermosa aún Santa María degli Angeli... Toda esa área es realmente preciosa y llena de vestigios y recuerdos vivos de la antigua Roma. Besazos.
ResponderEliminarQuerida Isabel, sé que sabrás disculpar mi tardanza en responder a tu amabilísimo comentario; estos primeros días de septiembre, con el regreso a las aulas, me han mantenido un tanto ocupada entre exámenes, evaluaciones y juntas.
EliminarMucho me alegra comprobar que esta entrada ha sido de tu agrado y que por un momento te ha regalado un viaje "virtual" a nuestra amada ciudad; tienes toda la razón porque esa zona de Castro Pretorio atesora lugares absolutamente maravillosos a los que, con el tiempo, habré de dedicar más entradas. En particular a la impresionante Sta. María degli Angeli que, por multitud de aspectos, me enamoró desde la primera vez que la visité y a la que no dejó de regresar en cada viaje a Roma; de hecho, en abril de 2012 tuve la oportunidad de coincidir allí mismo con la periodista Paloma Gómez Borrero, quien estaba de visita con un grupo de colegas; me confesó su debilidad por esa iglesia en particular y muy amablemente accedió a fotografiarse con nuestro grupo de alumnos como recuerdo.
Un abrazo muy fuerte, cara, y mil bicos.
Cuánto se aprende leyendo tus entradas, están tan documentadas.
ResponderEliminarHe estado un largo tiempo separada del ordenador, ya sabes,el verano siempre te lleva a otros tipos de actividades.
Un beso
Querida Ambar, muchísimas gracias por tu comentario, es realmente halagador; en cuanto a estar alejada del ordenador, tienes toda la razón porque también yo, entre la "dolce vita" del verano y el comienzo de curso ahora en septiembre, he estado un poco vaga de más. Prometo ponerme las pilas y ofreceros próximamente la 2ª parte de esta historia interrumpida.
ResponderEliminarEspero también poder volver a disfrutar en breve de tus magníficas y enriquecedoras entradas, querida amiga.
Mil bicos.
Hola profe!!!
ResponderEliminarHacía un montón que no me pasaba por el blog y cada vez que lo abro me sigue entrando la morriña de volver a Roma. No abandones el blog que es un gustazo leerte.
Besiños.
Mi querida Traductora en ciernes, ¡cuánto me alegra recibir tu visita y tu comentario desde Vigo, especialmente desde Vigo, porque eso indica que sigues perseverando en tu empeño y que llegarás a ser una maravillosa traductora! Tú misma lo dices: "Ad astra per aspera", y eso me llena de orgullo y de alegría.
ResponderEliminarTambién me emociona saber que también a ti te queda nostalgia de aquel estupendo viaje a Roma que tuvo tan buenos momentos compartidos, tantas ocasiones de risas divertidas, de tantas cosas aprendidas todos juntos; fue una experiencia única que siempre recordaré. Gracias por tus elogios a este humilde blog que anda un poco abandonadillo, pero que ahora que cumple ya dos años retomaré con nueva fuerza; no es fácil, a veces, compatibilizar vida laboral y familiar, y otras, no dejarse rendir un poco a la pereza del teclado.
Te mando un abrazo enorme y mil bicos, mi querida alumna.
Profesora anónima, nos conocemos en persona, seguimos esperando esa entrada que nos ibas dedicar. piensa en lo que nos dijiste <3 att: Alumnos de 4º
ResponderEliminartu blog es muy impresionante, cómo hacer un artículo interesante y visitantes fieles visitan? He aprendido mucho de usted
ResponderEliminarFoi-me diagnosticado o vírus do herpes no ano de 2010, por isso a minha vida ficou devastada, já não tenho ideia do que poderia fazer da minha vida até que encontrei uma velha amiga minha, a Tiffany, com quem estudámos juntos nessa altura na faculdade, ela era uma afro-americana. explique-lhe o meu atual estado de saúde, ela riu-se e disse que não é um problema porque conhece um fitoterapeuta tradicional de África que me vai curar completamente com um fitoterápico. endereço de e-mail do fitoterapeuta drjekawo@gmail.com Número Whatsapp +2347059818667. O Dr Jekawo respondeu ao meu e-mail e fiquei muito contente e ele explicou como será o tratamento durante 25 dias, concordei em pagar a taxa de preparação dos medicamentos à base de plantas e recebi o produto à base de plantas poucas semanas após a preparação dos medicamentos à base de plantas, bebo o fitoterápico conforme as instruções, devo confessar que o Dr. Jekawo é um ótimo fitoterapeuta tradicional, fiz um teste rápido e fiquei completamente curada, por isso recomendo-o à minha mãe que sofre de demência e ao meu marido que sofria de cancro da próstata também recebem curado pelo Dr . Quero utilizar esta plataforma para lhe agradecer muito e também recomendá-lo a qualquer pessoa que sofra de herpes, cancro, mioma, infecção da próstata, parkinson, gonorreia, hiv, clamídia, hpv, hepatite e tantas doenças com as quais o Dr. Jekawo pode curar o seu conhecimento ancestral de ervas está para além da minha imaginação.
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