En el valle formado por el Velabro, el antiguo río que después de atravesar el Foro desembocaba en el Tíber, nos encontramos uno de los lugares más interesantes y de mayor conexión con el pasado legendario de Roma; esta zona, en la Antigüedad pantanosa e insalubre al pie del Palatino, junto al Tíber, fue identificada como el lugar donde, como narra Tito Livio, fueron abandonados los gemelos Rómulo y Remo y desempeña un papel fundamental en la fundación de Roma. Este lugar se halla muy próximo a la salida de la Cloaca Máxima, una obra magna de saneamiento de las depresiones de la ciudad, iniciada por Tarquinio el Viejo y continuada por los monarcas posteriores; formaba una red de alcantarillas que drenaban todas las aguas subterráneas de la ciudad intentando evitar el peligro constante de las inundaciones y todavía hoy desde las inmediaciones del Puente Palatino podemos ver su salida al río.
La Cloaca Máxima en la actualidad |
Este lugar donde se entrecruzan la historia y la leyenda es rico en tesoros arqueológicos y artísticos, pero desdichadamente, como hemos comentado en otras ocasiones, se ve excluido de los itinerarios turísticos habituales; he de reconocer que es una suerte poder pasear y disfrutar de este magnífico rincón al amparo de “invasiones bárbaras”. Aprovechemos este momento de soledad para conocer lo que guarda y lo que nos aguarda.
Cuando uno camina por el Foro, lo sorprende la grandiosidad de tres grandes Arcos, así, con mayúscula, todos ellos famosos y mil veces fotografiados: el Arco de Constantino, próximo al Coliseo; el Arco de Tito, cuyos relieves tienen como tema la victoria sobre los judíos; y el Arco de Septimio Severo construido para conmemorar las victorias del emperador sobre los partos. Pero el Foro no es el único lugar que ostenta este privilegio; también aquí, en la vieja zona del Velabro nos encontramos con dos Arcos extraordinarios: el Arco de cuatro caras de Jano y el Arco degli Argentari o Arco de los Argentarii.
El Arco de Jano, un monumental arco cuadrifronte, está fechado en el s. IV d. C. y construido en honor al emperador Constantino por su hijo Constancio II; marcaba el cruce de cuatro vías importantes e indicaría probablemente los límites del Foro Boario. Con sus potentes 16 m. de altura y 12 m. de ancho, tiene cuatro pilares recubiertos de mármol que soportan una bóveda de crucería y en su parte externa presenta dos hileras de nichos en forma de concha que parecen haber contenido pequeñas estatuas; en su ático, del que no se ha conservado nada, se construyó en la Edad Media una fortaleza y hasta hay quien dice que pudo haber estado rematado por una pirámide. Las cuatro claves de los arcos están esculpidas con figuras que representan a Roma (representada como una diosa) y Juno, sentadas, y, de pie, a Minerva y Ceres. Más que un arco, podría tratarse de una gran puerta que sería utilizada por los comerciantes de la época para guarecerse de la inclemencias del tiempo y, de hecho, en su parte sureste se halla una puerta que permite acceder a los niveles superiores.
Arco de Jano |
Muy próximo a este Arco de Jano, en la Piazza di San Giorgio in Velabro, hay otro arco, probablemente otra puerta de entrada al mercado, decorado con riquísimos y variados relieves, elaborados motivos vegetales que lo cubren casi por completo; dedicado el a. 203 d. C. por los ganaderos y banqueros, llamados estos últimos argentarii (de ahí el nombre del arco), a Septimio Severo y Caracalla, y a sus esposas, y a Geta, cuya figura fue borrada posteriormente; las inscripciones del arco fueron objeto también de la damnatio memoriae, eliminándose los nombres de Geta y de Plautilla Fulvia, la desdichada esposa del emperador Caracalla. Con más de seis metros de alto y más de cinco de ancho, en él se representan el sacrificio de un toro, una figura masculina que probablemente representa a Caracalla , Septimio Severo con su esposa , Julia Domna, a Hércules con la piel del León de Nemea, a dos soldados con un prisionero… El arco está adosado a la iglesia de San Giorgio in Velabro, de la que hablaremos ahora mismo, pero dejad que os cuente una última curiosidad : una leyenda que dice que en él había un tesoro escondido, lo cual animaba a los imprudentes a subirse sobre él, martirizando al pobre arco con agujeros en los que introducían clavos de madera; y hablo en pasado porque en la actualidad tanto el Arco degli Argentari como el Arco de Jano están rodeados de altas rejas que impiden acercarse a ellos, salvaguardando así su integridad de actos vandálicos.
Arco degli Argientari |
La iglesia de San Giorgio in Velabro, San Jorge en el Velabro, es una auténtica joya que yo tuve la oportunidad de descubrir un caluroso mediodía de agosto en la más absoluta de las soledades, vacía de personas, desnuda de ornamentos inútiles, iluminada tan solo por la luz que entraba del exterior, agradablemente fresca en medio de aquel calor, prístina, original, bellísima… Construida alrededor del s. VII, bajo el pontificado de León II, fue primero dedicada a San Sebastián, mártir del que se dice que después de haber sido asaeteado, fue recogido por sus amigos y curó de sus heridas; no huyó de Roma, sino que se presentó ante el emperador para reprenderle su conducta tras lo cual fue condenado a ser azotado hasta la muerte; con el fin de evitar que le diesen sepultura, los soldados arrojaron su cuerpo a la Cloaca Máxima justamente en este punto, identificado precisamente con la zona donde está la iglesia y a la que los romanos llamaban la “marrana di San Giorgio” por razones obvias. Este episodio quedó inmortalizado en el cuadro de Ludovico Carracci “San Sebastián”, que se guarda en el Museo Paul Getty de Los Ángeles, en EE UU, y que podemos admirar en este enlace: http://www.padulcofrade.com/monograficos/san_sebastian/iconografia/pintura_s_xvi/carracci.jpg
Más tarde, en el s. VIII el papa Zacarías trajo desde Capadocia a Roma, a este templo, el cráneo de San Jorge, martirizado durante las persecuciones de Diocleciano, y se le cambió el nombre a la iglesia, localizada además en una zona desde antiguo habitada por la comunidad griega de Roma. Es muy probable que para su construcción se reutilizasen estructuras de muros preexistentes, algún edificio civil y una diaconía, lo que en la iglesia primitiva constituía un lugar de práctica asistencial a los pobres y enfermos; esto podría explicar que la planta de esta iglesia es bastante irregular como consecuencia de las sucesivas transformaciones en distintas fases históricas.
S. Giorgio fue objeto de sucesivas labores de restauración desde el s. IX con Gregorio IV; a mediados del s. XIII se construyó el pórtico, como regalo del prior Stefano di Stella, con una bella inscripción en caracteres góticos sobre el entablamento, y es posible que en esta época tuviese lugar la erección del airoso ”campanile”, un campanario de estilo lombardo, de cinco pisos, que fue reconstruido después de haber sido alcanzado en 1837 por un rayo que dañó gravemente su estabilidad.
En el interior, a Pietro Cavallini y su escuela se le atribuyen las hermosas pinturas del ábside de la iglesia (s.XIII), donación del cardenal Giacomo Gaetano Stefaneschi, y destaca en el presbiterio, cubriendo el altar, un magnifico ciborio o baldaquino cosmatesco.
Baladaquino (agosto 2010) |
Fresco del ábside (agosto 2010) |
Entre los años 1923 y 1926 la Sopraintendenza ai Monumenti di Roma llevó a cabo radicales intervenciones con el fin de restituir a la iglesia su aspecto medieval, librándola así de los añadidos que las sucesivas fases históricas habían dejado sobre ella y devolviéndole su apariencia original. La desnudez del templo nos habla de la Edad Media, cuando era conocida como “San Giorgio alla fonte” ya que en sus proximidades brotaba aqua virgo ( l’ Acqua Argentina), que se unía a las aguas residuales de la Cloaca Máxima.
En el pórtico de esta iglesia el viajero avispado podrá ver fragmentos de unas inscripciones ; se trata de los restos originales de la dedicatoria del Arco de Jano al emperador Constantino que allí se conservan.
Fue en la medianoche del 27 de julio de 1993 cuando la iglesia sufrió un terrible atentado con coche-bomba, probablemente perpetrado por la mafia, que destruyó por completo el pórtico y abrió una enorme brecha en el muro principal, aunque afortunadamente no se produjeron víctimas mortales; se llevó a cabo una imponente labor de reconstrucción que le devolvió su aspecto original, aunque se dejó algún detalle deliberadamente sin restaurar como recuerdo del acto de barbarie.
Es San Giorgio una iglesia genuinamente primitiva, no tocada por elementos barrocos como otras muchas de Roma, lo que le ha permitido conservar su atmósfera original y que nos transporta en su visita a los primeros momentos de la Roma cristiana; todo esto la convierte en una de las iglesias más interesantes y hermosas de Roma cuya visita resulta obligada para todo aquel que desee entrar en contacto con los tesoros que guarda con sigilo la Ciudad.
Interior de San Giorgio (agosto 2010) |
Y hasta aquí ha llegado hoy nuestro paseo, iniciado desde las orillas de un río cuyas aguas nos sumergen en la leyenda para llevarnos después por otras etapas históricas de Roma también sugerentes y siempre interesantes; sólo me queda el deseo de haber sabido desempeñar con eficacia mi papel de “cicerone”.
Mille baci!