Si hay en Roma una fuente inagotable de historias, sin duda
alguna la Fontana di Trevi es la más firme candidata a llevarse la
palma; son varias las tradiciones que se han edificado en torno a ella y que
tienen, en unos casos, que ver con
aspectos nostálgicos o románticos. A estas dedicaremos, como colofón, la
entrada de hoy, pero sin olvidar algunas otras curiosidades que, espero, sean
del agrado de quien se anime a conocerlas conmigo en este nuevo percorso que tiene otra vez como
protagonista a esta majestuosa explosión
barroca de agua y piedra.
La popular costumbre de arrojar una moneda en la Fontana es un acto inevitable para cualquier visitante que se precie y que
desee asegurarse un futuro retorno a Roma, un peaje que pocos se negarán a pagar;
en ocasiones la tradición varía en cuanto al número de monedas que se deben
arrojar y que va de una a tres, aunque en todo caso se trata de un pago poco
oneroso para el bolsillo ya se aceptan incluso las mínimo valor.
Una única moneda, la costumbre más extendida, constituye el precio
del pasaje que garantiza regresar de nuevo algún día a la Ciudad Eterna; una
segunda moneda arrojada significa que el o la oferente encontrará el amor de
una romana o un romano, y una tercera moneda asegura que habrá matrimonio con ella o con él. Eso sí, el ritual exige que
la moneda o monedas sean lanzadas con la mano derecha sobre el hombro izquierdo
y siempre de espaldas a la fuente.
En general muchos
justifican esta tradición en el argumento de una película titulada precisamente
Three coins in the Fountain, de Jean
Negulesco (1954), donde tres jóvenes americanas, cada una en busca de la
felicidad, lanzan monedas a la Fontana de Trevi con el deseo de ver cumplidas sus expectativas amorosas. Pero el
verdadero origen de esta costumbre hay que buscarla en el influjo que las
fuentes han ejercido y siguen ejerciendo sobre la gente, desde un tiempo en
que, como veremos a continuación, tenían un fuerte carácter sagrado, aunque hoy, desvirtuado ya el sentido
originario de este culto a las aguas, haya quedado reducido casi a una
superstición.
El agua ha desempeñado desde siempre un papel importantísimo
en la vida de los seres humanos ; desde tiempos remotos el hombre ha rendido
culto a la Naturaleza porque percibe y ha percibido siempre la presencia divina
en sus elementos, entre los cuales el Agua es absolutamente primordial porque
es signo de vida, de salud y de renacimiento.
En todas las épocas, mares, ríos, lagos y fuentes han sido
objeto, en mayor o menor grado, de manifestaciones cultuales entre los diversos
pueblos; esta veneración es plasmada en realizaciones concretas, que van desde
la sacralización de lugares acuáticos a ofrendas votivas o leyendas, y que toma
forma a través de santuarios, balnearios, ninfeos… De este modo la relación del
hombre con el medio natural queda encuadrada en un contexto que podemos
considerar “mágico-religioso”.
El mundo romano, como ya anteriormente había sucedido con el
mundo griego, no fue ajeno a este carácter sagrado de las aguas y así está
presente en la religión romana primitiva; en particular existe un grupo de
aguas que, por sus especiales características y sus particularidades concretas,
fueron sacralizadas en época romana y
así las fuentes fueron adoradas conceptualizándolas como numina, poderes divinos, manifestaciones de la voluntad de algún
dios.
Comúnmente en Roma se extendía la creencia de que las aguas
transmitían el poder curativo de las divinidades y que incluso eran capaces de
alargar la vida; en particular había la creencia popular de que las propiedades
terapéuticas de las aguas medicinales y termales estaban en íntima relación con
alguna divinidad. En la religión romana la personificación de las fuentes y de
las aguas vivas era Fons; es evidente
que un efecto tan benéfico como el del surgir de las aguas debía ser
personificado y divinizado. Pero también
los romanos conocieron a Fontus, Fontanus
y hasta una femenina Fontana; nacido
en el principio como el espíritu divino y benefactor de las aguas potables que
nacen del suelo, Fons conformó más tarde un dios, hijo de Jano Patulcio, dios
promotor de cualquier ocasión, y de Yuturna, una ninfa de las fuentes, una
divinidad salutífera que tenía una
fuente a ella dedicada en el mismísimo Foro, no lejos del Templo de Vesta. Del
importante culto a esta diosa da fe la hipótesis de que uno de los templos del Area Sacra di Largo di Torre Argentina
corresponde a esta diosa , espacio del que hablé en una entrada anterior (http://senoneveroebentrovatoprofedegriego.blogspot.com.es/search/label/Idus)
Templo A o de Yuturna en Area Sacra (agosto 2010) |
Tal importancia parece haber alcanzado en Roma el culto a
las fuentes que en honor a ellas y al propio dios Fons se celebraban las fiestas de los manantiales, las Fontinalia, cada 13 de octubre y
consistían en ofrendas de flores al tiempo que también con flores eran
adornados los brocales de los pozos.
Este carácter cultual tributado a las aguas en general y a
las fuentes en particular es práctica universal en todo el mundo antiguo desde
el neolítico, y está atestiguado en numerosísimos lugares de la Península Ibérica
y de las Galias; de hecho el culto romano a determinados espacios acuáticos
debió de limitarse a perpetuar cultos más antiguos. Y aún después, con el
cristianismo, este culto es uno de los que más perduró en la religiosidad y hoy
existen en España múltiples ermitas dedicadas a la Virgen cuyo origen debemos
remontar a lugares con presencia de agua donde intuimos algún tipo de práctica
cultual remota y pagana; tal es el caso de Santa Mariña de Augas Santas, cerca
de Allariz, en la provincia de Ourense, famoso santuario donde se entremezclan
historia, tradición y leyenda, en una zona, además, de interesantes restos arqueológicos castreños y romanos. Y es
que en Galicia, en particular, estas creencias se han plasmado en interesantes
leyendas del folklore.
En algunos de estos centros cultuales han sido halladas ofrendas y dedicatorias, arrojadas a las
aguas o depositadas en sus proximidades;
entre estos testimonios aparecen pateras, cráteras, fíbulas, aras, cerámicas,
vasos y, cómo no, monedas; en el mundo romano estas ofrendas monetales a los
manantiales de aguas termales parecen haber sido muy comunes, como lo
demuestran, por ejemplo, las más de medio millar de monedas romanas halladas en el lecho de las fuentes en
Caldas de Cuntis (Pontevedra), lugar que sigue siendo hoy en día un
establecimiento balneario famoso en Galicia por sus excepcionales aguas mineromedicinales
indicadas para el tratamiento de numerosas enfermedades. O los espectaculares
hallazgos numismáticos en la francesa Bourbonne-les Bains, donde se encontraron
más de cuatro mil monedas junto con otros numerosos diversos exvotos, un centro
de termalismo de reconocido prestigio desde la Antigüedad hasta hoy; o el descubrimiento
fortuito en el balneario de Vicarello, al norte de Roma, de un tesoro de más de
cinco mil monedas y objetos votivos de oro,
plata y bronce, entre los que destacan los llamados “Vasos de Vicarello”. Se
trataba, en el caso de estos últimos, de cuatro vasos de plata, con forma de
miliarios, donde aparecían grabados los nombres de las localidades en el
trayecto entre Gades y Roma; eran probablemente una ofrenda de un personaje principal gaditano al dios Apolo ya que el lugar de su aparición eran unas
antiguas termas de época romana donde hubo un santuario sanador de este dios, de ahí que se les conozca también como "Vasos Apolinares".
El oferente habría dejado como exvoto de
agradecimiento por la curación de algún mal o dolencia los vasos que, seguramente,
le sirvieron de copas y al tiempo de mapa de carreteras de su itinerario, algo
así como un rudimentario GPS de la Antigüedad; de lo que no cabe duda es de que
se trató de un hallazgo de valor histórico extraordinario y el más excepcional
en Italia.
Fuente del Tritón, Pl. Barberini (agosto 2010) |
La presencia de fuentes ornamentales en el urbanismo de las
ciudades entre los siglos XVII y XX podría explicarse como una evocación de ese
carácter mágico-sagrado de los manantiales, sugiriéndonos muchas veces mediante
el aparato escultórico las antiguas deidades de las aguas; en este sentido la
Fontana de Trevi no es un caso único en esta Roma dell’Acqua y podemos destacar otras muestras muy
significativas: la berniniana Fuente del Tritón
en la Plaza Barberini; otra barroca Fuente
de Neptuno, esta vez en la Plaza Navona, o la más reciente Fuente de las Náyades en el centro de la
Plaza de la República con unas sugerentes deidades femeninas que escandalizaron
en su momento.
Fuente de Neptuno, Pl. Navona (agosto 2010) |
Fuente de las Náyades, Pl. República (agosto 2010) |
En resumen y después de esta larguísima exposición, la
actual costumbre de il lancio della
monetina en Trevi debe ser interpretada como una reminiscencia de un acto anterior, mucho
más antiguo, de propiciación de una divinidad acuática local, cuyo favor se
agradecía o se compraba con una dádiva o un pequeño obsequio; hoy para la
mayoría de turistas no pasa de ser una tradición vana, una práctica ejecutada sin sospecha de estar cumpliendo con
un ritual ancestral que conectaba al hombre con las divinidades.
La ventaja de esta práctica tan extendida y popular es que
reporta la friolera de casi un millón de euros al año, unos seis mil euros
mensuales, que en la actualidad se destinan íntegramente a Cáritas,
organización que los dedica a un supermercado gratuito para personas
necesitadas; la cifra recaudada se ha visto aumentada en los últimos años no
tanto por la generosidad de la gente sino por las labores de vigilancia de la
policía para evitar robos.
En torno a esta Fontana de Trevi existe otra leyenda, menos conocida pero bien curiosa, que paso a comentaros, amables y
pacientes lectores; como dejé dicho en mi entrada anterior, http://senoneveroebentrovato-profedegriego.blogspot.com.es/2013/02/la-fontana-de-trevi-i-la-venganza-de-un.html,
el agua de la propia Fontana no es, actualmente, apta para beber por estar tratada y por funcionar en circuito cerrado. Pero es
posible probarla y catar su buen sabor haciendo uso de unos discretos caños o
grifos situados a la derecha de la fuente, en las gradas que descienden hacia la
pileta de la Fontana, eso si la multitud de gente allí arremolinada no nos lo
impide.
Hay otro lugar donde poder beber el agua de Trevi conocida
como La fontanina degli innamorati, “la
fuentecilla de los enamorados”, una vaschetta,
un pequeño pilón situada a la derecha mismo de la fuente donde cuenta la
tradición que los enamorados que beban juntos aquí se serán fieles eternamente; esta costumbre
procede, parece ser, de otra más antigua, según la cual las jóvenes cuyos
novios se veían obligados a marchar de Roma por cuestiones laborales o por el
servicio militar, acudían con ellos y les hacían beber de esta pequeña fuente que
mana directamente de la roca en un vaso o en una copa nueva y que no hubiese
sido usada antes. Una vez que el
muchacho había bebido, se rompía el vaso intencionadamente de tal
modo que con este acto se garantizaba la fidelidad de su amor aunque estuviese
lejos; de ahí que fuese conocida como L’Acqua dell’Amore. Curiosamente la práctica no decía nada de la fidelidad de
la muchacha a su amado ausente…
Se ha sugerido que las dos tradiciones, el lanzamiento de la
moneda y el sorbo de agua, estuviesen combinadas y que en origen la moneda
ofrecida a las aguas debería no ser ya de curso legal, como si de un símbolo de
amor en el pasado se tratase. Cuentan que, durante su estancia en Roma, la
propia Carlota de Austria, la esposa del emperador Maximiliano de Habsburgo, cumplió
con la tradición usando una valiosísima copa obsequio del papa Pío IX cuando
desde México vino a tratar graves asuntos
políticos y a entrevistarse con el pontífice.
Otras teorías apuntan otras posibles explicaciones a las que
he propuesto; desde que el controvertido arqueólogo alemán Wolfrang Helbig, un
enamorado de Roma y protagonista de su vida mundana, fuese el “inventor” de la
tradición de la moneda como mágico encantamiento para regresar a la ciudad y poder volver a disfrutar de toda su belleza,
hasta que habría surgido como un voluntario “impuesto” o “tasa” destinado a sufragar las labores de
restauración del monumento. Y es este último comentario el que me sirve de pretexto
para finalizar la entrada de hoy y que había apuntado en el título: Fendi.
La Fontana de Trevi no es ajena, como tampoco lo es el resto
del Patrimonio de Roma, al deterioro y a los estragos del tiempo que dejan
mella en su singular belleza; al igual
que sucedió con el Coliseo hace unos años, cuando la firma de calzado italiana
Tod’s se hizo cargo de su restauración, ahora le toca el turno a la vieja
Fontana. Las alarmas saltaron en junio de 2012, cuando se desprendió un trozo
de cornisa y ello obligó a una reparación urgente y a hacer un diagnóstico de
la “paciente”; los años no pasan en vano ni siquiera para esta colosal “belleza”
romana y los peritos detectaron fisuras en la piedra, hongos, moho, secuelas
de la contaminación, óxido… y consecuentemente el precio de la cirugía
reparadora, unos dos millones y medio de euros.
Al llamamiento de las autoridades hubo una rápida respuesta:
la firma de moda italiana Fendi, fundada en 1918 y con un
extraordinario prestigio en todo el mundo, se haría cargo del patrocinio; y no
sólo eso, también asume la restauración de las Quattre Fontane, las Cuatro Fuentes del cruce junto a la iglesia de
San Carlo, la joya de Borromini, que doy fe que buena falta les hace. Todo ello forma parte de un programa que la
firma denomina con razón “Fendi for Fountains”.
La firma del acuerdo entre el Ayuntamiento de Roma y los
representantes de Fendi no pudo haber tenido lugar en un lugar más emblemático,
junto a uno de los signos de la romanidad, a los mismísimos pies de la estatua ecuestre del
emperador Marco Aurelio, en la gran exedra de los Museos Capitolinos. Se une
así tradición y modernidad, pasado y futuro, valoración, protección y proyección del patrimonio; baste ver el
exquisito cuidado que se ha puesto en el
pequeño vídeo promocional de su página web para darse cuenta cómo se ha seleccionado
cada una de las imágenes (http://www.fendi.com/en/special-contents).
Fendi ha conseguido de este modo aunar
su prestigio con el prestigio infinito de Roma, erigiéndose en patrona y protectora de uno de los más
bellos y simbólicos lugares de la Ciudad Eterna; bienvenidas sean iniciativas
como esta por el bien del Patrimonio Cultural y Artístico, especialmente en
estos tiempos de crisis en los que las partidas presupuestarias públicas quedan
aparcadas haciendo inviables las necesarias restauraciones.
Y con esta última reflexión creo haber llegado, ¡por fin!, al término de
este largo paseo que espero que haya resultado al menos interesante y ameno, un
recorrido que nos ha llevado del presente al pasado, y de ahí al futuro de una
pieza única, tan extraordinaria como la Fontana de Trevi.