Curso del río Tíber (agosto 2010) |
Desde antiguo el curso del Tíber ha definido el paisaje urbano de Roma; cruzado por numerosos puentes, desde aquel “Ponte Sublicio”, de madera, construido por orden de Anco Marcio, el río ha articulado la vida de la ciudad y de sus ciudadanos en ambas orillas, confiriéndoles un carácter particular y estableciendo entre ciudad y río un vínculo indisoluble.
Podemos remontar los orígenes de Roma hasta el s. VIII a. C., una fecha que se ve confirmada no sólo por la tradición, sino también por las excavaciones arqueológicas. De hecho, en las colinas que rodean Roma existen restos de comunidades bien asentadas anteriores al s. VIII, pequeñas aldeas de granjeros y pastores que habitaban sencillas chozas con techo de paja, del tipo encontrado en las excavaciones del Palatino. Es la posición especialmente favorable de esta colina la que precisamente le permitió dominar a las demás; además se unía su doble estratégica localización: su situación cerca del recurso más vital y precioso, el río Tíber, navegable hasta Orto, y la imposibilidad de vadearlo hacia la isla Tiberina por ningún otro sitio practicable que no fuese por este. El control de esta zona ofrecía una ventaja indiscutible sobre cualquiera que, intentando alcanzar las ciudades etruscas del norte, viniese desde Campania; también por esta ruta la sal era transportada desde las marismas del sur del Tíber por los sabinos, y del término latino sal, salis, “sal”, deriva su nombre, la Via Salaria. De hecho, muchos historiadores vinculan este camino y el comercio de la sal con la fundación de Roma, confirmando así su importancia fundamental desde época prehistórica.
Cerca del río surgió seguramente el primer mercado de Roma, que pronto se transformaría en punto de reunión y núcleo de actividad comercial importantísimo y el puerto del Tíber, el Portus Tiberinus, llegaría, con su enorme crecimiento, a definir incluso la vida de la ciudad. La zona situada entre el río y las colinas del Capitolio, el Aventino y el Palatino fue siempre muy importante; este área, que era una marisma, fue reclamada, según cuenta la tradición, por los reyes etruscos y es muy posible que los griegos utilizasen la zona en el s. VIII a. C., como parecen confirmar algunos descubrimientos.
El Tíber ha sido y es el alma de Roma; hasta en el topónimo de la ciudad está implícito el espíritu del río. La etimología de “Roma” presenta todo un abanico de hipótesis, desde la que la relaciona con una corrupción de Rumon, el primitivo nombre etrusco del Tíber, a la explicación “itálica”, según la cual procede de Ruma, que en osco significaría “ubre, mama” o “colina”, pasando por Roma o Rhome (con esta ortografía, derivada del vocablo griego que significa “fuerza”), nombre de una heroína que habría sido la epónima de la ciudad, según algunos una cautiva troyana o incluso esposa de Eneas Todas estas teorías cuentan con sus defensores y objetores, y para quien desee adentrarse en sus procelosas aguas dejo este interesante enlace:
Lo curioso es que estos tres posibles orígenes convergen en el mito: el héroe troyano Eneas, hijo de la divina Afrodita y, por tanto, del mismísimo Zeus, cuyos descendientes, los gemelos Rómulo y Remo, fueron arrojados en una canasta al río Tíber y milagrosamente recogidos por una loba recién parida que los amamantó.
Detalle de Rómulo y Remo (agosto 2010) |
También en esta leyenda desempeñan un papel muy importante las repentinas crecidas del río, bien conocidas y temidas por los romanos desde antiguo, y de las que ya nos habla Tito Livio en el libro I de su Ab urbe condita. Cuenta el historiador que Ascanio, hijo de Eneas, fundó una ciudad, Alba Longa, al pie de las colinas Albanas; fue sucedido por su hijo Silvio y este sobrenombre de “Silvio” fue común a todos los reyes, cada uno de los cuales sucedió a su padre. A la muerte del último rey, Procas, entre sus dos hijos surgió una rivalidad tal que Amulio, inicialmente excluido del trono, expulsó a su hermano y se apoderó de la corona; bajo el pretexto de honrar a su sobrina Rea Silvia, la consagró como sacerdotisa Vestal dejándola sin posibilidad de descendencia. Violada por el dios Marte, Rea Silvia dio a luz gemelos, Rómulo y Remo, que fueron arrojados al río; una oportuna inundación impidió que la canasta con los niños, expuesta junto a una higuera, llegase al curso principal y quedase varada en tierra firme, donde una loba sedienta, atraída por el llanto de los niños, los lamió y los amamantó. Fueron entonces recogidos por un pastor, Fáustulo, quien se los llevó a casa a su esposa Larentia para que los criara; y se dice que quizá a Larentia, a causa de su vida poco honesta, se hubiera puesto el nombre de “loba”, dando así origen a la maravillosa leyenda. De este modo la Loba se convirtió en el símbolo de Roma y una hermosa escultura del animal, de controvertida datación, con el añadido posterior de los gemelos, es exhibida con orgullo como una de las “joyas de la Corona” de los Museos Capitolinos.
Loba Capitolina (agosto 2010) |
Hoy en día el Tíber está canalizado, desde que a finales del s.XIX se le construyeron altos terraplenes para poner fin a los frecuentes desbordamientos, acabando así con un problema endémico. Varios emperadores, entre ellos, Augusto, Trajano y Aureliano, ya habían planeado y puesto en marcha diversas medidas para acabar con estas periódicas y devastadoras inundaciones del río cuyas caprichosas crecidas convertían algunas zonas en fangales insalubres infestados de mosquitos, al arrastrar lodos amarillentos que le dieron el pintoresco nombre de Biondo Tevere, el rubio Tíber.
Los antiguos romanos honraron al Tíber como a un dios; el poeta Virgilio lo describe en la Eneida como el Pater Tiberinus, que se presenta a Eneas bajo la apariencia de un anciano y le exhorta a cumplir su alta misión. Es así como podemos verlo representado en la escultura que se conserva en el Louvre de París:
Hoy todavía podemos observar, con un poco de imaginación, la extensión fangosa, el estanque fluvial donde Fáustulo, el pastor, habría recogido, al pie de la ficus Ruminalis, la higuera Ruminal, a los gemelos abandonados a su suerte, después de haber sido rescatados y amamantados por una loba; pero dejemos hablar al propio Tito Livio:
Ita velut defuncti regis imperio in proxima alluuie ubi nunc ficus Ruminalis est—Romularem vocatam ferunt—pueros exponunt. Vastae tum in his locis solitudines erant.
Ab urbe condita I, 4
San Giorgio in Velabro (agosto 2010) |
Se trata un lugar próximo al Foro Boario, en la zona cruzada por un riachuelo llamado Velabro, cuyo cauce lograron los romanos domar y canalizar en tiempos de los antiguos reyes, en donde hoy encontramos una de las más bellas iglesias de Roma, San Giorgio in Velabro, al amparo de las hordas de turistas. Sobre un antiguo “diaconado”, centro de distribución de comida se erigió esta iglesia dedicada primero a San Sebastián, y más tarde a San Jorge, mártir cristiano en Palestina en el siglo VII; pero es tan hermosa y está rodeada de tantas maravillas que merece que le dedique íntegra una próxima entrada.
Fachada de San Giorgio in Velabro (agosto 2010) |
Es un auténtico placer pasear por este lugar haciendo el ejercicio mental de recrear la escena; es lo que tiene Roma, cualquiera de sus lugares es el espacio de un episodio legendario, como en este caso, o histórico. Conviene que el viajero interesado sepa ver con la imaginación más allá de lo que a simple vista parece ver con los ojos, porque el espíritu de esta ciudad se muestra tan sólo a quien pone el corazón en intentarlo.
Preciosos los paseos virtuales que nos regalas con cada una de tus entradas. Y tienes toda la razón, cualquier rincón de esta bella ciudad evoca una historia, mito o leyenda. Gracias por enseñarme algunos que no conocía y recordarme otros perdidos en mi memoria. Besitos
ResponderEliminarMi querida Sandra, es un placer "pasear" juntas por Roma; habrá que pensar en hacer real alguna vez lo que por ahora es sólo virtual.
EliminarGraciñas por tu comentario siempre tan encantador y mil biquiños.
Interesante como siempre. Solo un pequeño "pero", podías poner la traducción de la cita latina. Aunque repite lo que has dicho antes siempre tiene el interés de ser las palabras de Tito Livio, y la pobre traducción que yo he podido hacer no le hace justicia. por otra parte decirte que nunca había oído la leyenda de Rómulo y Remo desde un inicio tan remoto.
ResponderEliminarMil besets fluviales.
Querido Miguel Ángel, mucho me alegra que este paseo fluvial y mitológico te haya gustado; fuera de circuitos turísticos, este lugar conserva su encanto prístino, original y evocador para mí. Espero haber sabido, al menos, trasmitiros su esencia.
EliminarEn cuanto al texto de Livio, el motivo de no traducirlo directamente es un cierto pudor por aquello de "traduttore, traditore"; es a veces preferible una paráfrasis que recoja el espíritu del texto original. Aun así, aquí te dejo una posible traducción, a años luz de las palabras del autor:
"Así, en la idea de estar cumpliendo la orden del rey, abandonan a los niños en la parte de la crecida más próxima a ellos, donde ahora está la higuera Ruminal- se dice que anteriormente se llamaba Romular -. Por aquel entonces en estos lugares había vastos parajes solitarios"
Mil bicos tiberinos.
Magnífico recorrido que has hecho, querida profe, por el origen del Tiber, su historia, sus leyendas. Inconcebible Roma sin su río, como tampoco lo es Sevilla sin el Guadalquivir. Este verano pude disfrutarlo pasando por varios de sus puentes (Sant´Angelo, con las esculturas de Bernini...) y dar un paseo en barco, desde el Trastévere hasta el norte de la ciudad, dejando a un lado el Foro Boario, el castillo de sant´angelo, la corte de justicia, el mausoleo de Augusto y Ara Pacis...
ResponderEliminarNo conocía el origen del nombre de Roma, el nombre primitivo del Tiber, así como del vocablo griego, fuerza o el latino, ubre. Gran repaso, profe. Besos sevillanos.
Me alegra saber, querido Paco, que he podido aportar algo nuevo a esta vieja historia; adoro atravesar cualquiera de sus puentes y mientras los cruzo, rememorar su pasado sintiéndome yo también, en cierto modo y con modestia, un poco protagonista.
EliminarEn este sentido, la etimología desempeña también su papel y ayuda a comprender mejor la propia historia; la fuerza de las palabras colabora a un conocimiento más profundo del pasado mismo. Mucho me satisface, amigo Paco, haber contribuido a desvelar un poco más estos "secretos" de Roma.
Mil bicos gallegos, caro.
Qué importantes han sido los ríos para el nacer y crecer de las ciudades, aunque a veces, desbocados en incontenibles riadas, lo destruyan todo en sus riberas, todo menos la voluntad del hombre por reconstruirlo todo otra vez. Así ha sucedido en mi Valencia, donde un río desangrado antes de llegar, regando huertas y campos, en ocasiones ha anegado calles, viviendas y vidas, hasta que empeñado el hombre ha logrado, como en Roma, encauzarlo hasta lograrlo doméstico. Pero es la sintética narración de la leyenda de Rómulo y Remo la que más me ha hecho disfrutar de tu artículo. Qué bien lo has contado. No he estado en Roma, pero sí he visto una reproducción de la loba capitolina, supongo que no será la única. La vi en la plaza del Azoguejo de Segovia, junto al Acueducto, apropiado lugar sin duda para ella. Un beso grande amiga.
ResponderEliminarQuerido Dlt, ¡qué hermosa semblanza has dibujado de ese poder vivificador y también destructor de los ríos! El Tíber significa Roma y la propia ciudad no sería nada sin él; es por ello que los antiguos lo personificaron y lo divinizaron, dotándolo de una personalidad propia y definida que todavía hoy puede admirarse desde sus márgenes.
EliminarGracias por tus amabilísimas palabras, pero todo el mérito de mi narración se debe a Tito Livio; basta con dejarlo hablar a él para que la historia, el mito gane en fuerza, en eficacia. Sí he tenido la oportunidad de estar y disfrutar de los Museos Capitolinos, donde se exhibe la Loba Capitolina, hoy objeto de debate en su datación cronológica, y en la que se resume la esencia de Roma; es todo un placer contemplarla y admirarla, lejos de discusiones sobre su auténtica datación histórica. Esta escultura es la quintaesencia del mito y la realidad, de la leyenda y la historia, y, por encima de todo, el símbolo de la romanidad.
Me alegra y me satisface que mi relato haya sido de tu agrado y también yo te agradezco este hermosísimo comentario que me dedicas.
Gracias, amigo Dlt, y mil bicos gallegos.
Muy bonita la historia de esta entrada, querida profe. Como con todas tus entradas he disfrutado de otro grandioso paseo por la Roma antigua, y también un poco por la más moderna. Sin dudas el Tiber ha colaborado mucho para que Roma se convierta en lo que se convirtió, bien merecida esta entrada.
ResponderEliminarTambién yo, al igual que el resto, he sido sorprendido por la historia del nacimiento del nombre del gran imperio, como con la historia de Rómulo y Remo, si bien ya la conocía (quien que no conozca un poco de historia no la conoce) tú me has dado otra visión de ella.
Mil Besos.
Uriel
Mi querido Uriel, ¡cuánto me alegra saber que has disfrutado con esta entrada y con los aportes que haya podido proporcionarte! Y me satisface enormemente que este paseo virtual por la vieja Roma haya sido de tu agrado y que te haya podido aportar algo nuevo.
EliminarTe envío mil saludos y mil bicos romanos.
Suelen ser los ríos como la sangre que abastece al cuerpo. Llenos de vida y algunas veces de muerte, conforman el discurrir de los pueblos y en torno a ellos se construye el quehacer diario. Mi infancia transcurrió en un río; en cuanto podía allí me escapaba, bien para pescar bien para nadar, bien para jugar a médicos con las niñas que por allí solían apacentar sus ganados.
ResponderEliminarCien palizas me propinaron por ello y sin embargo persistía en mi empeño. Me atraía irremediablemente el Támega. Más tarde el Arnoya y finalmente, en menor medida debido al amansar de los años, el Miño. Ahora tan sólo para contemplarlo y pasear por sus orillas y , dos veces al año, degustar ese bicho asqueroso, agnato, hyperoartio, también llamado lamprea.
Un placer pasear de su mano por tan sagrado río, el Tíber.
Querido Cesar, ¡cuánta razón en tus palabras al decir que los ríos vertebran la vida de las ciudades! ¡Y cuántas bucólicas aventuras como las que narras han propiciado en sus riberas! Los que no tenemos río, tenemos mar, pero te concedo que más apariencia de "locus amoenus" tienen las tierras con cursos fluviales y, por tanto, dan más juego en esto de las cuitas amorosas.
EliminarHas citado tres y los tres me traen recuerdos gratos a la memoria: el Támega, medio gallego, medio portugués que no pudo hallar lugar más hermoso para morir en el Duero que la bellísima Amarante; el Arnoia, afluente del Padre Miño, y el Miño mismo, último reducto, desde tiempos de los romanos, de ese ciclóstomo raro, prehistórico, con aspecto de ofidio resbaladizo y hasta grimoso, "ni carne, ni pescado". He de reconocer que lo he probado en varias ocasiones, en su sangre, en empanada,... y no me desagradó, pero me cuesta, quizá por un nosequé atávico.
Junto al Tíber estaba, en tiempos, el "Forum Piscarium", donde después estuvo el Gueto judío de Roma, y allí, encastrada en el Pórtico de Octavia hallamos la antiquísima iglesia de Sant'Angelo en Pescheria, así llamada por su proximidad al mercado de pescado.
Gracias, amigo Cesar, por tu gentilísimas palabras y por haberme ofrecido la oportunidad de este doble paseo fluvial tan querido, por Galicia y por Roma.
Mil bicos e unha forte aperta tiberina.
Querida profe; ha sido un placer poder pasear por Roma de nuevo de tu mano y aprender tanto gracias a ti. Pues siguiéndote uno ya va con ciertos conocimientos como por ejemplo el punto donde mencionas que Amulio consagró a su sobrina como sacedotisa Vestal, pues ya sabemos el significado de otra publicación tuya donde lo explicaste muy bien.
ResponderEliminarMil bicos y aperta ;-))
Mi querida Jolie, te me revelas, además de como una fiel seguidora, como una excelente alumna, hilando estupendamente unas entradas con otras. Bravissima, cara. Me alegra haber logrado también esta vez que el recorrido haya sido agradable y lleno de curiosidades; reconozco que al paseo me invita siempre vuestra amena compañía.
EliminarYo también te envío, querida amiga, mil biquiños e unha fortísima aperta.
Amiga, tienes un premio para tí en mi blog. Pasa a recogerlo cuando quieras.
ResponderEliminarUn saludo!
Querida C. G. Aparicio, muchísimas gracias por el premio que me has concedido; es un orgullo y una satisfacción que consideres merecedor de este galardón a la creatividad a este blog mío que anda aún en pañales. Premios como este nos estimulan las ganas, el entusiasmo y la dedicación de cada día.
EliminarGracias, amiga mía, por acordarte de mí desde tu magnífico espacio y mi enhorabuena a los otros premiados. En breve colgaré en el blog esta insignia y cumpliré con las normas de concesión.
Mil bicos romanos.
Profe, yo tambien he decido galardonarte con un premio en mi blog, pasa cuando quieras.
ResponderEliminarUn Saludo.
Uriel
Querido Uriel, perdona el retraso en contestarte aquí, pero pasé por tu blog y te dejé allí mi comentario de agradecimiento y de felicitación; te reitero desde aquí mi enhorabuena por tu tan merecido premio y mis gracias por acordarte siempre de mí.
EliminarMil bicos, amigo mío.
Un envidiable recorrido por una historia, la de un río, que vertebró todo un imperio que se expandió hasta el punto de convertir al Mediterréneo en el lago romano por derecho propio. Me ha encantado la exposición que haces, bein documentada y mejor narrada y espero, por tanto, que me admitas cómo navegante de tu nave histórica, a la que he llegado desde el blog de Viriato.
ResponderEliminarPor lo demás te dejo la dirección de mi humilde blog por si deseas echarle un vistazo y dejar algo de tu impronta:
http://cspeinado.blogspot.com
Un saludazo, profe.
Estimado C S Peinado, ¡bienvenido seas a esta tierra del Lacio, Tibernauta! Me siento enormemente dichosa de que esta entrada haya sido de tu agrado y espero poder seguir haciendo grato este recorrido por "mi Roma" y compartiendo con vosotros esos lugares e historias que desde siempre son para mí objeto de culto. Gracias por tu visita y por tus amabilísimas palabras; siéntete siempre en tu casa por estos lares.
EliminarTen por seguro que, rauda como Eolo, pasaré por tu blog para leerlo y, si me lo permites, dejarte mis comentarios; es un placer que el blog de nuestro común amigo Viriato, tan interesante, creativo y bien documentado, sea el punto de partida para nuestro encuentro.
Yo también te hago llegar, amigo C S Peinado, mil saludos.
¡Cuanta leyenda hay en la creación de Roma! Hoy la mayoría de las teorías están superadas, pero es una visión tan romántica la de la Roma originaria con los gemelos y la loba, la lucha por el control de la ciudad... No es extraño que los romanos, a imitación de los griegos, decidieran buscar una leyenda de creación que estuviera a su altura, ni tampoco es difícil de imaginar a los patricios inventando una dinastía de reyes (los tres primeros, según se apunta) para entroncarse con ellos y aumentar su prestigio. ¡¡Tantos enigmas hay detrás de la misteriosa Roma, tan ligada, como bien apuntas, a su querido Tíber!!
ResponderEliminarUn abrazo, amiga!
Querida C. G. Aparicio, ¡qué razón llevan tus palabras! Un deseo de emular a los griegos llevó a Roma a buscar sus propios orígenes en los divinos Afrodita y Ares, remontando su genealogía en episodios tan legendarios y apasionantes.
EliminarGracias, amiga, por tu visita y tu comentario; siempre logras sacar tiempo para tus amigos en tu apretadísima agenda y te lo agradezco profundamente.
Mil bicos, cara.