"Roma está llena de leyendas que lo único que pretenden es engrandecer aún más su historia. Es como si la vieja ciudad dudara de su belleza, y hubiera encontrado en el pábulo un alimento para sobrevivir, un método de rejuvenecimiento" Emilio Calderón

martes, 1 de mayo de 2012

BRAVISSIMO, COMANDANTE!


Un viaje a Roma nunca defrauda aunque el comienzo del nuestro el día 11 de abril de 2012 quedase frustrado por un problema técnico-mecánico que nos obligó a una hora de retraso en la salida hacia Madrid desde el aeropuerto de Alvedro (A Coruña) y que, en consecuencia, nos hizo perder, ¡por los pelos!,  el enlace a Roma de las nueve de la mañana; como la siguiente  conexión con la capital italiana a las once y media tenía  ya “overbooking”( esa falaz fórmula en  inglés que cortésmente esgrimen las compañías aéreas para referirse al más castizo pero mejor entendible “sobreventa”),   no fue posible reubicarnos en ese vuelo y nos obligó a permanecer hasta las cuatro de la tarde en el aeropuerto, eso sí , todo hay que decirlo, previa cortesía del desayuno y la comida para hacer más llevadera una espera que, con la de planes bien planeados que teníamos para nuestra primera tarde en Roma, se antojaba desesperante.  Aun  así, reinó el buen humor en el grupo, porque ya se sabe que los gallegos somos expertos en eso de “A mal tiempo, buena cara” y nos consolamos ¡hasta celebrando en la terminal de Barajas el cumpleaños de una de nuestras alumnas, con bizcocho y velas incluidos!
Pero lo que terminó por reconciliarnos con Iberia fue la persona del piloto del vuelo IB 3678 que nos trasladó a Roma, don Ángel  Aznárez,  que nos sorprendió  con sus amenísimos, divertidos e interesantes apuntes histórico-artísticos sobre los lugares que en cada momento estábamos sobrevolando: Cuenca y su magnífica catedral gótico-normanda;  Sagunto  y el intrépido Aníbal; Valencia y sus múltiples bellezas; las Baleares hasta con su puntito de papel “couché”; Córcega y Cerdeña, con la inevitable referencia al “Pequeño Corso”; el Lago de Como y la boda de Tom Cruise,  y, por supuesto,  Roma, de la que nos pronosticó que, pese a que por la mañana el tiempo había estado un poco “tontorrón”, por la tarde sería “ma-ra-vi-llo-so”, como así sucedió. Todo esto, sucesiva y galantemente, en castellano, inglés e italiano, para poder ser entendido por un pasaje absolutamente entregado a sus excelentes comentarios que nos hizo aterrizar en el aeropuerto Leonardo da Vinci con una amplia sonrisa puesta en los labios.
Amabilísima ante nuestras preguntas la azafata, doña Eider Iturrieta, a la que pedimos que le trasmitiese al comandante nuestra felicitación por tan bien documentados datos,  nos informó del siempre afable y cordial carácter del piloto que tenía por costumbre  no sólo amenizar las tediosas horas de vuelo con estos interesantísimos comentarios, sino facilitar siempre la labor del personal de abordo en el trato con los pasajeros al implicarse él mismo en esta tarea, un “plus” sin duda para todos e incluso para la compañía aérea en cuestión, sobre todo, después de los sinsabores a los que nos tiene acostumbrados.
De ese talante caballeroso tuvimos buena prueba al final del vuelo cuando con enorme amabilidad correspondió con un expresivo  saludo a nuestro agradecimiento por habernos hecho tan grato el viaje; a mi sugerencia de que había echado en falta una referencia a la fundación de Roma, Rómulo y Remo incluidos, me explicó que este episodio mítico-histórico lo reservaba  para los vuelos a Estambul, cuando sobrevolaba la península italiana, lo que me congratuló muy gratamente.
Por todo ello, no puedo por menos que, en nombre de todo el grupo y en el mío propio, decir: “BRAVISSIMO, COMANDANTE!” ; ha sido un placer este mi sexto vuelo a Roma y espero que nos podamos encontrar en algún próximo vuelo.
Tras el trayecto al hotel en compañía de un amable y conversador “autista” (conductor de autobús en italiano), llegamos a nuestro hotel,  un correcto tres estrellas próximo a la Ópera de Roma, tranquilo y aseado,  en el que repetíamos por segunda vez; fue una rápida instalación en las habitaciones porque nos esperaba  un paseo por la Vía de las Cuatro Fuentes hacia el Quirinal, que nos ofreció un bello anochecer, para terminar delante de la “Fontana de Trevi”, el broche de oro de una jornada que comenzó  complicada  pero que finalmente se arregló.

Fontana di Trevi de noche (11 de abril de 2012)
Cumplimos con la tradición de echar una moneda en la Fuente para asegurarnos el regreso a la Ciudad Eterna (y hay hasta quien lanzó una segunda y una tercera para que se cumplieran sus “románticos” deseos), aprendieron mis alumn@s a beber “como roman@s” en las fuentecillas de este  Aqua Virgo y, después de la cena en una pequeña “trattoria” próxima, tomamos contacto, allí mismo,  con otra de las maravillas que  Roma nos ha legado, “il gelato”;  mientras admirábamos la bellísima Fuente y, tengo que decirlo, “aguantaban como jabatos” mis explicaciones, las históricas y también las del tipo “Se non è vero...” nos envolvían el murmullo del agua ....y los flashes de las cámaras de una multitud de turistas  que quería inmortalizar la ocasión.

"Gelati" junto a Trevi (11 de abril de 2012)
¡Por fin estábamos en Roma!
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