"Roma está llena de leyendas que lo único que pretenden es engrandecer aún más su historia. Es como si la vieja ciudad dudara de su belleza, y hubiera encontrado en el pábulo un alimento para sobrevivir, un método de rejuvenecimiento" Emilio Calderón

lunes, 11 de marzo de 2013

La Fontana de Trevi (II): monedas, L'Acqua dell' Amore y Fendi



Si hay en Roma una fuente inagotable de historias, sin duda alguna la Fontana di Trevi  es la más firme candidata a llevarse la palma; son varias las tradiciones que se han edificado en torno a ella y que tienen, en unos casos,  que ver con aspectos nostálgicos o románticos. A estas dedicaremos, como colofón, la entrada de hoy, pero  sin olvidar  algunas otras curiosidades que, espero, sean del agrado de quien se anime a conocerlas conmigo en este nuevo percorso que tiene otra vez como protagonista  a esta majestuosa explosión barroca de agua y piedra.
La popular costumbre de arrojar una moneda en la Fontana es un acto inevitable  para cualquier visitante que se precie y que desee  asegurarse  un futuro retorno  a Roma, un peaje que pocos se negarán a pagar; en ocasiones la tradición varía en cuanto al número de monedas que se deben arrojar y que va de una a tres, aunque en todo caso se trata de un pago poco oneroso para el bolsillo ya se aceptan incluso las mínimo valor.
Una única moneda, la costumbre más extendida, constituye el precio del pasaje que garantiza regresar de nuevo algún día a la Ciudad Eterna; una segunda moneda arrojada significa que el o la oferente encontrará el amor de una romana o un romano, y una tercera moneda asegura que habrá  matrimonio  con ella o con él. Eso sí, el ritual exige que la moneda o monedas sean lanzadas con la mano derecha sobre el hombro izquierdo y siempre de espaldas a la fuente.
 En general muchos justifican esta tradición en el argumento de una película titulada precisamente Three coins in the Fountain, de Jean Negulesco (1954), donde tres jóvenes americanas, cada una en busca de la felicidad, lanzan monedas a la Fontana  de Trevi con el deseo de  ver cumplidas sus expectativas amorosas. Pero el verdadero origen de esta costumbre hay que buscarla en el influjo que las fuentes han ejercido y siguen ejerciendo sobre la gente, desde un tiempo en que, como veremos a continuación, tenían un fuerte carácter sagrado,  aunque hoy, desvirtuado ya el sentido originario de este culto a las aguas, haya quedado reducido casi a una superstición.
El agua ha desempeñado desde siempre un papel importantísimo en la vida de los seres humanos ; desde tiempos remotos el hombre ha rendido culto a la Naturaleza porque percibe y ha percibido siempre la presencia divina en sus elementos, entre los cuales el Agua es absolutamente primordial porque es signo de vida, de salud y de renacimiento.
En todas las épocas, mares, ríos, lagos y fuentes han sido objeto, en mayor o menor grado, de manifestaciones cultuales entre los diversos pueblos; esta veneración es plasmada en realizaciones concretas, que van desde la sacralización de lugares acuáticos a ofrendas votivas o leyendas, y que toma forma a través de santuarios, balnearios, ninfeos… De este modo la relación del hombre con el medio natural queda encuadrada en un contexto que podemos considerar “mágico-religioso”.
El mundo romano, como ya anteriormente había sucedido con el mundo griego, no fue ajeno a este carácter sagrado de las aguas y así está presente en la religión romana primitiva; en particular existe un grupo de aguas que, por sus especiales características y sus particularidades concretas, fueron sacralizadas en época romana  y así las fuentes fueron adoradas conceptualizándolas como numina, poderes divinos, manifestaciones de la voluntad de algún dios.
Comúnmente en Roma se extendía la creencia de que las aguas transmitían el poder curativo de las divinidades y que incluso eran capaces de alargar la vida; en particular había la creencia popular de que las propiedades terapéuticas de las aguas medicinales y termales estaban en íntima relación con alguna divinidad. En la religión romana la personificación de las fuentes y de las aguas vivas era Fons; es evidente que un efecto tan benéfico como el del surgir de las aguas debía ser personificado y divinizado. Pero  también los romanos conocieron a Fontus, Fontanus y hasta una femenina Fontana; nacido en el principio como el espíritu divino y benefactor de las aguas potables que nacen del suelo,  Fons conformó más tarde un dios, hijo de Jano Patulcio, dios promotor de cualquier ocasión, y de Yuturna, una ninfa de las fuentes, una divinidad salutífera  que tenía una fuente a ella dedicada en el mismísimo Foro, no lejos del Templo de Vesta. Del importante culto a esta diosa da fe la hipótesis de que uno de los templos del Area Sacra di Largo di Torre Argentina corresponde a esta diosa , espacio del que hablé en una entrada anterior (http://senoneveroebentrovatoprofedegriego.blogspot.com.es/search/label/Idus)
Templo A o de Yuturna en Area Sacra (agosto 2010)

Tal importancia parece haber alcanzado en Roma el culto a las fuentes que en honor a ellas y al propio dios Fons se celebraban las fiestas de los manantiales, las Fontinalia, cada 13 de octubre y consistían en ofrendas de flores al tiempo que también con flores eran adornados los brocales de los pozos.
Este carácter cultual tributado a las aguas en general y a las fuentes en particular es práctica universal en todo el mundo antiguo desde el neolítico, y está atestiguado en numerosísimos lugares de la Península Ibérica y de las Galias; de hecho el culto romano a determinados espacios acuáticos debió de limitarse a perpetuar cultos más antiguos. Y aún después, con el cristianismo, este culto es uno de los que más perduró en la religiosidad y hoy existen en España múltiples ermitas dedicadas a la Virgen cuyo origen debemos remontar a lugares con presencia de agua donde intuimos algún tipo de práctica cultual remota y pagana; tal es el caso de Santa Mariña de Augas Santas, cerca de Allariz, en la provincia de Ourense,  famoso santuario donde se entremezclan historia, tradición y leyenda, en una zona, además,  de interesantes  restos arqueológicos castreños y romanos. Y es que en Galicia, en particular, estas creencias se han plasmado en interesantes leyendas del folklore.
En algunos de estos centros cultuales han sido halladas  ofrendas y dedicatorias, arrojadas a las aguas o depositadas en sus proximidades;  entre estos testimonios aparecen  pateras, cráteras, fíbulas, aras, cerámicas, vasos y, cómo no, monedas; en el mundo romano estas ofrendas monetales a los manantiales de aguas termales parecen haber sido muy comunes, como lo demuestran, por ejemplo, las más de medio millar de monedas romanas  halladas en el lecho de las fuentes  en  Caldas de Cuntis (Pontevedra), lugar que sigue siendo hoy en día un establecimiento balneario famoso en Galicia  por sus excepcionales aguas mineromedicinales indicadas para el tratamiento de numerosas enfermedades. O los espectaculares hallazgos numismáticos en la francesa Bourbonne-les Bains, donde se encontraron más de cuatro mil monedas junto con otros numerosos diversos exvotos, un centro de termalismo de reconocido prestigio desde la Antigüedad hasta hoy; o el descubrimiento fortuito en el balneario de Vicarello, al norte de Roma, de un tesoro de más de cinco mil monedas y  objetos votivos de oro, plata y bronce, entre los que destacan los llamados “Vasos de Vicarello”. Se trataba, en el caso de estos últimos, de cuatro vasos de plata, con forma de miliarios, donde aparecían grabados los nombres de las localidades en el trayecto entre Gades y Roma; eran probablemente  una ofrenda  de un personaje principal gaditano al dios  Apolo ya que el lugar de su aparición eran unas antiguas termas de época romana donde hubo un santuario sanador de este dios, de ahí que se les conozca también como "Vasos Apolinares". El  oferente habría dejado como exvoto de agradecimiento por la curación de algún mal o dolencia los vasos que, seguramente, le sirvieron de copas y al tiempo de mapa de carreteras de su itinerario, algo así como un rudimentario GPS de la Antigüedad; de lo que no cabe duda es de que se trató de un hallazgo de valor histórico extraordinario y el más excepcional en Italia.
Fuente del Tritón, Pl. Barberini  (agosto 2010)
 La presencia de fuentes ornamentales en el urbanismo de las ciudades entre los siglos XVII y XX podría explicarse como una evocación de ese carácter mágico-sagrado de los manantiales, sugiriéndonos muchas veces mediante el aparato escultórico las antiguas deidades de las aguas; en este sentido la Fontana de Trevi no es un caso único en esta Roma dell’Acqua y podemos destacar otras muestras muy significativas: la berniniana Fuente del Tritón en la Plaza Barberini; otra barroca Fuente de Neptuno, esta vez en la Plaza Navona, o la más reciente Fuente de las Náyades en el centro de la Plaza de la República con unas sugerentes deidades femeninas que escandalizaron en su momento.
Fuente de Neptuno, Pl. Navona (agosto 2010)

Fuente de las Náyades, Pl. República (agosto 2010)
 En resumen y después de esta larguísima exposición, la actual costumbre de il lancio della monetina en Trevi debe ser interpretada como  una reminiscencia de un acto anterior, mucho más antiguo, de propiciación de una divinidad acuática local, cuyo favor se agradecía o se compraba con una dádiva o un pequeño obsequio; hoy para la mayoría de turistas no pasa de ser una tradición vana, una práctica  ejecutada sin sospecha de estar cumpliendo con un ritual ancestral que conectaba al hombre con las divinidades.
La ventaja de esta práctica tan extendida y popular es que reporta la friolera de casi un millón de euros al año, unos seis mil euros mensuales,  que en la actualidad  se destinan íntegramente a Cáritas, organización que los dedica a un supermercado gratuito para personas necesitadas; la cifra recaudada se ha visto aumentada en los últimos años no tanto por la generosidad de la gente sino por las labores de vigilancia de la policía para evitar robos.
En torno a esta Fontana de Trevi existe otra leyenda, menos conocida pero bien curiosa, que paso a comentaros, amables y pacientes lectores; como dejé dicho en mi entrada anterior, http://senoneveroebentrovato-profedegriego.blogspot.com.es/2013/02/la-fontana-de-trevi-i-la-venganza-de-un.html, el agua de la propia Fontana no es, actualmente,  apta para beber por estar tratada y por funcionar en circuito cerrado. Pero es posible probarla y catar su buen sabor haciendo uso de unos discretos caños o grifos situados a la derecha de la fuente, en las gradas que descienden hacia la pileta de la Fontana, eso si la multitud de gente allí arremolinada no nos lo impide.
Hay otro lugar donde poder beber el agua de Trevi conocida como La fontanina degli innamorati, “la fuentecilla de los enamorados”, una vaschetta, un pequeño pilón situada a la derecha mismo de la fuente donde cuenta la tradición que los enamorados que beban juntos aquí  se serán fieles eternamente; esta costumbre procede, parece ser, de otra más antigua, según la cual las jóvenes cuyos novios se veían obligados a marchar de Roma por cuestiones laborales o por el servicio militar, acudían con ellos y les hacían beber de esta pequeña fuente que mana directamente de la roca en un vaso o en una copa nueva y que no hubiese sido usada  antes. Una vez que el muchacho había  bebido,  se rompía el vaso intencionadamente de tal modo que con este acto se garantizaba la fidelidad de su amor aunque estuviese lejos;  de ahí que fuese conocida como L’Acqua dell’Amore. Curiosamente  la práctica no decía nada de la fidelidad de la muchacha a su amado ausente…
Se ha sugerido que las dos tradiciones, el lanzamiento de la moneda y el sorbo de agua, estuviesen combinadas y que en origen la moneda ofrecida a las aguas debería no ser ya de curso legal, como si de un símbolo de amor en el pasado se tratase. Cuentan que, durante su estancia en Roma, la propia Carlota de Austria, la esposa del emperador Maximiliano de Habsburgo, cumplió con la tradición usando una valiosísima copa obsequio del papa Pío IX cuando desde México vino a tratar  graves asuntos políticos y a entrevistarse con el pontífice.
Otras teorías apuntan otras posibles explicaciones a las que he propuesto; desde que el controvertido arqueólogo alemán Wolfrang Helbig, un enamorado de Roma y protagonista de su vida mundana, fuese el “inventor” de la tradición de la moneda como mágico encantamiento para regresar a la ciudad  y poder volver a disfrutar de toda su belleza, hasta que habría surgido como un voluntario “impuesto” o “tasa”  destinado a sufragar las labores de restauración del monumento. Y es este último comentario el que me sirve de pretexto para finalizar la entrada de hoy y que había apuntado en el título: Fendi.
La Fontana de Trevi no es ajena, como tampoco lo es el resto del Patrimonio de Roma, al deterioro y a los estragos del tiempo que dejan mella en su singular  belleza; al igual que sucedió con el Coliseo hace unos años, cuando la firma de calzado italiana Tod’s se hizo cargo de su restauración, ahora le toca el turno a la vieja Fontana. Las alarmas saltaron en junio de 2012, cuando se desprendió un trozo de cornisa y ello obligó a una reparación urgente y a hacer un diagnóstico de la “paciente”; los años no pasan en vano ni siquiera para esta colosal “belleza” romana y los peritos detectaron fisuras en la piedra, hongos, moho, secuelas de la contaminación, óxido… y  consecuentemente el precio de la cirugía reparadora, unos dos millones y medio de euros.
Al llamamiento de las autoridades hubo una rápida respuesta: la firma de moda  italiana Fendi, fundada en 1918 y con un extraordinario prestigio en todo el mundo, se haría cargo del patrocinio; y no sólo eso, también asume la restauración de las Quattre Fontane, las Cuatro Fuentes del cruce junto a la iglesia de San Carlo, la joya de Borromini, que doy fe que buena falta les hace. Todo ello  forma parte de un programa que la firma denomina con razón “Fendi for Fountains”.
La firma del acuerdo entre el Ayuntamiento de Roma y los representantes de Fendi no pudo haber tenido lugar en un lugar más emblemático, junto a uno de los signos de la romanidad, a los  mismísimos pies de la estatua ecuestre del emperador Marco Aurelio, en la gran exedra de los Museos Capitolinos. Se une así tradición y modernidad, pasado y futuro, valoración, protección  y proyección del patrimonio; baste ver el exquisito cuidado  que se ha puesto en el pequeño vídeo promocional de su página web para darse cuenta cómo se ha seleccionado cada una de las imágenes (http://www.fendi.com/en/special-contents). Fendi ha conseguido de este modo  aunar su prestigio con el prestigio infinito  de Roma, erigiéndose  en patrona y protectora de uno de los más bellos y simbólicos lugares de la Ciudad Eterna; bienvenidas sean iniciativas como esta por el bien del Patrimonio Cultural y Artístico, especialmente en estos tiempos de crisis en los que las partidas presupuestarias públicas quedan aparcadas haciendo inviables las necesarias restauraciones.
Y con esta última reflexión  creo haber llegado, ¡por fin!, al término de este largo paseo que espero que haya resultado al menos interesante y ameno, un recorrido que nos ha llevado del presente al pasado, y de ahí al futuro de una pieza única, tan extraordinaria como la Fontana de Trevi.

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