Al hablar de la Fontana de Trevi en Roma parecería hasta imposible aportar algo nuevo a todo lo
dicho ya de este archiconocido enclave de la Ciudad Eterna, lugar de visita
obligada por ser uno de los lugares más espectaculares; catapultada a la fama internacional desde que
Federico Fellini lo convirtiera en el
escenario del mítico baño nocturno de la
exuberante Anita Ekberg junto a Marcello
Mastroianni en su película La dolce vita
(1960) y reproducida en láminas,
fotografías, calendarios, pisapapeles y otros cachivaches de dudoso gusto, la
famosísima Fontana de Trevi se ha convertido en todo un icono de la capital
italiana.
En un intento por recorrer la historia real de esta
monumental Fuente de los Deseos, empezaré por remontarme a sus orígenes romanos
para terminar al fin con una de esas historias que tanto me gustan y que he
dado en llamar, como este blog, “ se non è vero, è ben trovato".
Uno de los grandes problemas en época romana antigua era el
abastecimiento de agua para la población; originariamente Roma se proveía de
agua directamente del Tíber, con el peligro consiguiente de consumir agua
contaminada. De ahí surge la necesidad
de traerla desde lugares alejados de la
urbe que garantizasen su perfecta potabilidad, por tratarse de manantiales de agua pura, a
través de acueductos construidos a partir de finales del s. IV a. C.
La leyenda nos cuenta que en el 19 a. C. los sedientos soldados del general Agripa, yerno
del emperador Augusto, fueron advertidos
por una virgen, una virgo, una joven doncella, de la presencia de un manantial de agua
purísima a unos 22 km de la ciudad, que a partir de este momento proveyó el
acueducto llamado Aqua Virgo, uno de los trece
que hubo en la ciudad, y que recorría un
trayecto de más de veinte kilómetros , la mayoría de ellos bajo tierra. El
momento en que la joven mostraba el lugar donde manaba el agua a las tropas
romanas quedaría reflejado, años más tarde, en la propia fachada de la Fontana de Trevi.
Estos acueductos,
excelentes ingenios de la tecnología de la época, fueron utilizados hasta la caída del Imperio Romano, momento en que empezaron a
caer en desuso por el abandono de su mantenimiento hasta que en parte fueron destruidos en el año
537 d.C. , momento en que los godos asediaron Roma y destrozaron estas
conducciones con el fin de rendir por sed fácilmente a los sitiados; en la Edad
Media los romanos se vieron obligados a aprovisionarse
de agua extrayéndola de pozos contaminados y del propio Tíber, que simultáneamente
era usado como cloaca; esto, lógicamente, lo convertía en un foco de graves infecciones y un peligro permanente para la salud de los ciudadanos.
Más tarde, durante el
Renacimiento, se revivió en Roma la costumbre
de erigir una bella fuente al final de los acueductos que conducían el agua a la ciudad y así, en 1453, el papa Nicolás V hizo reparar este
acueducto en cuyo término levantó una
simple pila, obra de León Battista Alberti, para recibir el agua.
El nombre de Fontana de Trevi procede de su situación, en la
confluencia de tres vías (trivium), aunque otra leyenda alude al nombre de la virgen
romana Trivia, responsable de su hallazgo, como explicación; escondida entre estrechas calles, el efecto de su monumentalidad se
hace más patente al visitante que se topa, de repente, con este gigante de
travertino en una plaza que sorprende por su pequeño tamaño. Según uno se
acerca a ella, el rumor de agua anticipa
su presencia pero la sorpresa que causa, de repente, su espectacular tamaño y apariencia impresiona sobremanera en
ese juego de efectismo tan propio del Barroco; a mí, en particular, me gusta
llegar a ella descendiendo desde el Quirinal, por un laberinto de callejuelas
que potencia la experiencia del encuentro. La primera vez que la ves, no hay
ojos para tanta belleza… y te sobran turistas en torno a ella; y es que la
visites cuando la visites, un enjambre de personas se congrega a su alrededor,
como si en ningún momento del día ni de
la noche fuese a quedar desierta. Pero
tal es su atractivo que te conformas con compartirla con la multitud, ¡qué remedio!
La Fontana, tal y como la conocemos hoy, es obra del
arquitecto Nicola Salvi, después de que varios papas y varios proyectos antes
tuviesen intención de construir una fuente monumental aquí, incluyendo uno del
propio Bernini; quien dio su aprobación al
proyecto de Salvi fue finalmente el papa
Clemente XII, cuyo blasón es visible en la parte superior de la fuente flanqueado a
cada lado por dos ángeles heraldos con trompetas, en un fenomenal alarde propagandístico. La costosa construcción
se demoró durante treinta años, de 1732 a 1762, y su arquitecto murió antes de
ver concluida su obra; su delicada salud se vio resentida por los constantes trabajos en los conductos
subterráneos de agua donde la humedad hizo mella en sus problemas pulmonares
crónicos. Habría de continuar la obra Giuseppe Pannini siguiendo los planos
originales de Salvi, a quien se deben los relieves alusivos al legendario
hallazgo del manantial de agua pura en la parte superior de la Fontana.
Una de las cosas que hacen a la Fuente de Trevi espectacular
es su disposición literalmente “teatral”: como telón de fondo encontramos la
fachada sur del Palacio Poli, un auténtico desconocido para los turistas,
eclipsado por la grandiosidad de la fuente, al tiempo que en torno a ella, a
modo de escenario, se disponen gradas en
semicírculo para que los asistentes puedan contemplar la gran representación de
agua y piedra que constituye una de las obras cumbre del Barroco italiano. Pero
veamos ahora quiénes son los actores y actrices principales de este derroche de
imaginación en mármol travertino.
Océano o Neptuno en la Fontana (agosto 2010) |
Una hermosa hornacina central se dibuja detrás del gran protagonista, la figura majestuosa de un
dios Océano o Neptuno, señor poderoso de los mares y las aguas, que emerge en una gigantesca concha de la que,
a modo de carro, tiran a ambos lados dos
caballos marinos, uno encabritado y el otro tranquilo, acompañados de dos figuras de tritones que
intentan dominar a los corceles; estos, a su vez, representan los estados del
mar, ora embravecido y violento, ora calmado y plácido, de cuyas riendas se
ocupan seres del cortejo marino, mitad hombres, mitad peces, a los que se
acostumbra a presentar soplando en conchas que les sirven de trompa, como
podemos observar en la figura de la
derecha. La figura del dios con la vestimenta al viento, entre las magníficas
formaciones rocosas naturales y los borboteos de las cascadas de agua,
contribuye a crear un espectáculo
grandioso y festivo, un homenaje al poder salutífero y vivificador del agua
como regalo de la Naturaleza; estas figuras son obra de dos escultores,
Giovanni Maini, quien las inició, y
Pietro Bracci, que les dio fin; la
fuerza del Neptuno parece inspirada en el propio “Moisés” de Miguel Ángel, así
como el corcel manso y apacible recuerda, sin duda alguna, el caballo de
Bernini en la “Fuente de los Cuatro Ríos” de Piazza Navona, a la que la propia Fontana di Trevi abastece de agua.
A cada lado del majestuoso Neptuno se descubren dos hermosas
figuras femeninas de Filippo della Valle
que dan forma en escultura a las mismísimas
palabras en latín de la inscripción del friso superior, bajo el blasón papal,
con las que Clemente XII deja claro, en su propagandístico mensaje, su compromiso
con la “Abundancia”, COPIA,
y la “Salubridad”, SALUBRITAS, a través de esta fuente:
CLEMENS XII PONT MAX
AQUAM VERGINEM
COPIA ET SALUBRITATE COMMENDATAM
CULTU MAGNIFICO ORNAVIT
ANNO DOMINI MDCCXXXV PONTIF VI
Tritón con caballo marino a la derecha de la Fontana (agosto 2010) |
Se trata de un programa iconográfico interesantísimo que
vale la pena examinar detalladamente. A la derecha podemos contemplar a una joven mujer elegantemente vestida con
delicados plegados; se trata de Higía o Salus, que
porta en su mano izquierda una lanza mientras en la derecha sostiene una
copa por la que se enrosca una serpiente. Era esta diosa Higía en la mitología griega
la personificación de la Salud, la personificación de la higiene como práctica
terapéutica preventiva, y con frecuencia
es considerada una de las hijas de Asclepio, dios de la Medicina; la diosa Salus
en Roma no es sólo la personificación de la Salud , sino, en general, la de la
“conservación”, y, curiosamente, en tiempos poseyó un templo en un lugar muy próximo a la Fontana,
el Quirinal. Hoy en día esta copa o cáliz con una serpiente enroscada a su
alrededor es universalmente considerada como símbolo de la profesión farmacéutica.
Alegoría de la Salubridad en la Fontana (agosto 2010) |
A la izquierda del dios del mar descubrimos otra delicada
escultura de mujer , alegoría de la Abundancia;
a sus pies, de un cántaro mana agua y con las dos manos sostiene una Cornucopia, el Cuerno
de la Abundancia o de Amaltea, la ninfa nodriza de Zeus cuando era niño;
cuenta la mitología que un día, mientras jugaba, Zeus quebró un cuerno de la cabra que le suministraba la
leche y se lo regaló a Amaltea con la promesa de que este se llenaría
milagrosamente de todos los frutos que
deseara. De ahí la representación de un cuerno del que salen flores y frutos, símbolo
omnipresente en lugares de toda Roma.
Alegoría de la Abundancia en la Fontana (agosto 2010) |
Sobre el conjunto escultórico encontramos una clara
referencia a los orígenes míticos de la Fontana;
dos relieves muestran sobre las figuras femeninas, a la derecha, el momento
en que la joven virgen muestra a los soldados de Agripa el manantial, y, a la
izquierda, el general Agripa en persona
examina y aprueba los planos de la obra. Y aún por encima de todo el grupo,
junto a la inscripción del papa Clemente, cuatro esculturas femeninas, dos a
cada lado, representan las Cuatro Estaciones.
Hoy en día las cristalinas aguas de la Fontana de Trevi que,
según alguna leyenda local, en otros tiempos
aseguraban a las romanas el amor de sus amados tras beber estos un
sorbo, no son potables; la fuente se somete periódicamente a trabajos de limpieza,
pulido y desinfección con cloro para
evitar la proliferación de microorganismos en el agua. Pero es posible probarla, y confieso que es deliciosa, si acertamos
a dar con los caños de unos surtidores dispuestos a ese fin; están ubicados,
aunque poco visibles entre el gentío, a
la derecha del monumento junto a una farola y en las escalinatas, también a
mano derecha, que bajan hacia el borde
de la pileta donde todos los turistas se
disponen a asegurarse el regreso a la Ciudad Eterna al módico precio de una
moneda, eso sí, cumpliendo estrictamente con el ritual de arrojarla con la mano
derecha sobre el hombro izquierdo y siempre
de espaldas a la fuente. Pero el origen de esta tradición, así como
alguna otra curiosidad más sobre la
Fontana, que estoy segura que será de vuestro agrado, prometo que será el tema de mi próxima entrada, porque esta me
está saliendo ya demasiado larga.
Como comenté al principio de la entrada, Nicola Salvi no
vivió para ver concluida su obra; pero sí se aseguró, antes de su muerte, de
hacer eterna una pequeña “venganza”. Y así llegamos a esa otra historia
discutiblemente vera, pero que espero
que resulte para quien no la conozca bèn trovata y explicativa de un elemento insólito que lo cierto es que sí existe, lo
cual da verosimilitud a la leyenda.
Sobre la balaustrada que
circunda la Fontana, en su lado derecho, justamente en el ángulo con
la Via
della Stamperia, está esculpida una enorme vasija de travertino, visible desde la calle, pero imposible de ser
advertida desde la misma fuente ya que en esta
posición su aspecto queda mimetizado con la estructura rocosa; su
aspecto recuerda, cuando se la contempla, el símbolo correspondiente al As de Copas de la baraja española, de
ahí que a este extravagante objeto se le conozca en Roma como L’Asso di Coppe.
L'Asso di Coppe de la Fontana de Trevi (abril 2012) |
Y la pregunta lógica de qué hace ahí surge inmediatamente y aquí es donde se revela la curiosa
explicación; cuentan que durante los trabajos de construcción de la Fontana el
arquitecto Nicola Salvi se veía constantemente molestado por los comentarios de
un barbero criticón y pedante cuyo establecimiento estaba situado precisamente frente a ese lugar de la baranda y donde a diario el
artista acudía para ser afeitado. Exasperado por las continuas críticas del
insufrible rapabarbas sobre su hermosa Fontana, Salvi tomó la decisión de
impedirle la vista de su obra y en una noche hizo construir la enorme vasija, que
le ocultó por completo la perspectiva desde la fachada de su barbería y le
privó así para siempre de la belleza
de su magnífica fuente como venganza ad aeternum. Yo misma he comprobado in situ que resulta imposible disfrutar del espectáculo de la
Fontana desde allí e invito a mis amables
lectores a hacerlo ellos mismos cuando tengan oportunidad; hoy ya no existe la
barbería, aunque dicen que hasta no hace mucho sí hubo una, pero lo que yo pude
ver fue tan sólo el local de una vieja
mercería y otro bajo junto a este con
una persiana metálica bajada y un toldo-letrero, “Stampe Cornicsouvenir”.
Corresponden, respectivamente, a los
números 83 y 84 de la Via della Stamperia,
un poco más allá de una antiquísima farmacia, la Farmacia Pesci, fondata nel 1552, como reza en su fachada, y de la conocida
tienda de calzado “Angelo”, datos que
ayudarán a localizar más fácilmente el lugar para quien se anime a las
pesquisas.
Sea o no cierta la leyenda, el caso es que es difícil
explicar la extraña presencia de este elemento que nada tiene que ver con el tema de la
fuente y que no encuentra tampoco
correlato en el lado izquierdo de la balaustrada; en cuanto a lo que
significa o pudiera representar, también aquí se apunta una explicación que
vendría a corroborar la misma historia
del fígaro maledicente ya que quizá se trata de la bacía o recipiente donde el
barbero “montaba” la espuma de jabón para su trabajo.
Y por hoy hemos llegado al final de esta Historia con “historia”, que dejo a vuestro criterio
decidir si es vera, o si, por lo
menos, ha sido ben trovata; tan
sólo me queda daros las gracias, amables lectores, por vuestra paciencia y espero reencontrarme con tod@s vosotr@s en
la próxima entrada sobre esta inagotable Fuente de historias que es la Fontana de Trevi.