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sábado, 31 de diciembre de 2011

ANNUS NOVUS FAUSTUS FELIXQUE VOBIS SIT!

Moneda con Jano bifronte
Llegado este día bisagra que da el adiós a un año que se va y a uno nuevo que entra cargado de esperanzas, no puedo menos que referirme en la entrada de hoy a uno de los dioses más antiguos del panteón romano, un dios bifronte al que se le representa siempre por medio de una cabeza  con dos caras opuestas, una que mira hacia delante, y la otra, hacia atrás: es  el dios Jano.
Era Jano dios de la entrada y del tránsito, de las puertas  de las casas y de las ciudades, protector de las entradas y las salidas; la mitología lo hace, en ocasiones, una divinidad indígena, y en otras, un extranjero procedente de Tesalia; desterrado en Roma y acogido cordialmente en la ciudad, habría erigido una ciudadela en la cima de la colina, que recibiría así el nombre de Janículo. Habría llegado incluso a reinar en el Lacio y se le atribuyen a su reinado las características de una auténtica Edad de Oro: honestidad ejemplar entre los hombres, paz, abundancia,… Se le tiene por el iniciador de la navegación en barcos y hasta por  el inventor de la moneda, y prueba de ello es que las monedas romanas de bronce más antiguas representan en su anverso una efigie de Jano y, en el reverso una proa de barco. Habría sido Jano un dios civilizador, que enseñó a los hombres las ciudades, las leyes, el cultivo de la tierra,… todo en suma.
De su nombre proviene el nombre del mes de enero en castellano y en otros idiomas (January en inglés, xaneiro en gallego, janeiro en portugués, ...), el mes dedicado al dios Jano; al segundo rey de Roma, Numa Pompilio,  se le atribuyen, entre otras muchas reformas culturales y religiosas, la institución de un calendario de doce meses lunares, con la adición de los meses de enero y febrero al calendario primitivo de diez meses.
A su muerte Jano fue divinizado y su templo se levantaba en el Foro Romano; era fama que, para conmemorar su intervención milagrosa  en la salvación de la ciudad cuando a punto había estado de caer en manos de los enemigos sabinos, su templo tendría la puerta siempre abierta para que el dios pudiese acudir siempre en auxilio de los romanos, de tal modo que esta puerta sólo se cerraba cuando reinaba la paz en el imperio Romano y, en verdad, pocas fueron las ocasiones en que esta puerta estuvo cerrada.
Pero  también se le veneraba en otros lugares de Roma y a uno de ellos, interesantísimo,  callejeando, nos dirigiremos ahora.

Fachada de S. Nicola in Carcere (agosto 2010)

Muy cerca del río Tíber, en la zona del Foro Holitorio, el antiguo mercado de verduras y hortalizas, junto al hermoso Teatro de Marcelo,  nos encontramos con una curiosa iglesia medieval construida sobre los restos de tres templos romanos que miraban hacia la colina del Capitolio: San Nicola in Carcere. El  templo sur, el más pequeño, es también el edificio más antiguo y probablemente estuviese dedicado a Spes, Esperanza;  seis de sus columnas aún hoy son visibles en el muro exterior, en el lado izquierdo de la iglesia.

Restos del templo de Spes (agosto 2010)

El templo central probablemente es el más reciente de los tres y fue añadido el último; algunos de sus restos son visibles todavía hoy bajo la iglesia, cerca del ábside: muy probablemente el templo estaba dedicado a Juno Sospita, la protectora de los nacimientos.

Interior de S. Nicola in Carcere (agosto 2010)

El templo norte es el mejor conservado; está situado a la derecha de San Nicola in Carcere. Se alzaba sobre un podio recubierto de bloques de mármol travertino y estaba precedido de una escalera. Probablemente el templo estaba dedicado a Jano y, según las fuentes, estaba localizado junto al Teatro de Marcelo. Construido en época republicana, durante la Primera Guerra Púnica, por Dulio, el triunfador de la batalla de Myla, fue reconstruido en varias ocasiones hasta época de Adriano.

Restos del templo de Jano, junto a S. Nicola (agosto 2010)

Sobre la base de estos templos, en el año 1000, fue construida la iglesia, dedicada a continuación a San Nicolás, en 1128, con el añadido de “in carcere”, es decir, en la cárcel, en recuerdo, quizás, de la vecina Cárcel Mamertina; otra hipótesis nos habla de que la denominación proviene de que  el propio lugar pudo haber sido usado como prisión, antes de haber sido iglesia. Hoy está dedicada a San Nicolás de Mira, al que la comunidad griega, de antiguo establecida en esta área próxima al Foro Boario, tenía gran devoción. Y de nuevo el motivo de estas fiestas navideñas nos asalta, pues San Nicolás de Mira es más conocido en Occidente como San Nicolás de Bari;  el santo había muerto en la ciudad de Myra (Turquía), pero sus restos fueron trasladados a la localidad italiana de Bari.
Este San Nicolás ha gozado y goza de gran celebridad y devoción tanto en Oriente como en Occidente y a él hay dedicados más de dos mil templos en todo el mundo. La tradición nos habla de su carácter afable, piadoso y generoso, especialmente con niños y jóvenes, y entre sus múltiples milagros atribuidos se nos narra uno especialmente curioso: sabedor el santo de las dificultades  económicas  de tres muchachas para tener dote, sin ser visto,  dejó caer por la chimenea de su casa monedas de oro que, ¡oh, casualidad! , fueron a caer en las medias de lana que las jovencitas habían dejado a secar junto al fuego por la noche. De aquí al Santa Claus que la noche previa a la Navidad visita los hogares dejando para los más pequeños regalos, no media nada.
Además no podemos olvidar que los antiguos romanos celebraban en estas fechas las Saturnales, festividades en honor al dios Saturno, en las que entre el 17 y el 23 de diciembre se adornaban las casas con plantas, se encendían velas, se celebraban banquetes y entre amigos y familiares se intercambiaban obsequios, para concluir el día 25 con la fiesta del  Dies natalis Solis Invicti, el festival del nacimiento del Sol Inconquistado, cuando el sol entra en el signo de Capricornio, el  solsticio de invierno, dando fin al momento más oscuro del año.
Y así hilando, como en una guirnalda navideña, fragmentos de Historia romana con pequeñas historias de mitología, pinceladas de Arte con Arqueología, tradiciones de remotos orígenes que perviven hoy, hemos llegado al final. Sólo me queda, amig@s bloguer@s, cuando quedan unas horas para la cuenta atrás, desearos un venturoso Año Nuevo 2012, que traiga para todos mucha salud, esperanza en el futuro y paz para mujeres y hombres de buena voluntad.
Que el Año Nuevo sea para vosotros próspero y feliz!
Gracias por estar ahí y mil bicos.

sábado, 24 de diciembre de 2011

DESDE ROMA, ¡FELIZ NAVIDAD!


Exterior de Santa Mª in Cosmedin (agosto 2010)

Ha  llegado la primera  Navidad de mi blog y no quería dejar pasar la oportunidad de felicitaros a tod@s estas fiestas; y quería hacerlo precisamente desde la que es  una de las joyas escondidas de la Ciudad Eterna y la que es, sin duda alguna, mi iglesia preferida  en Roma: Santa María in Cosmedin.
Esta bellísima iglesia medieval, cuyo  campanario románico se erige como uno de los más elegantes y audaces  de la ciudad, está  situada en la zona  del antiguo  Foro Boario y se levanta sobre los restos del gigantesco  “Ara Maxima de Hércules”, un antiquísimo altar dedicado a nuestro bien conocido héroe mitológico; en el s. IV aquí se encontraba la sede de una “statio annonae”, la oficina de la ciudad destinada a la distribución de la comida y a la inspección del mercado. Más tarde, hacia el s. VI, se convirtió en una “diaconía”, un centro establecido por la Iglesia para proveer de comida y otros servicios necesarios a los más pobres; se le añadió entonces un oratorio y en el s. VIII el papa Adriano I lo convirtió en iglesia, donándola a los refugiados griegos cristianos que huían de la agitación religiosa y de la furia iconoclasta desatada en el imperio bizantino en esta época con la consiguiente  destrucción de todas las imágenes de Jesús, de la Virgen  María y,  especialmente, de los santos. Fue así como se convirtió en Santa María in Cosmedin o, como solía llamarse, Santa María in Schola Graeca.
El nombre” Cosmedin” deriva de la palabra griega “cósmos”, adorno, ornamento, y alude a la riquísima decoración que antiguamente adornaba el interior  de esta iglesia;  esta zona fluvial, portuaria y comercial de la ciudad siempre había contado con un amplio contingente de población griega que se vio acrecentado con la llegada a Roma  de cientos de monjes griegos bizantinos huidos de las persecuciones y torturas  y que traían consigo imágenes  veneradas,  de incalculable valor, salvadas así  de  una destrucción segura.  De hecho, el nombre de Cosmedin era también el nombre del famoso Monasterio Kosmidion y de su barrio, en Constantinopla, y de ahí se explica fácilmente el nombre de “Schola Graeca”, escuela griega, que hemos citado antes.
Este  templo tiene la curiosidad de que se trata de una iglesia greco-católica de rito ortodoxo, esto es, pertenece a la Iglesia católica pero  su liturgia es de rito bizantino;  siento no haber podido presenciar hasta ahora ninguna ceremonia en las visitas que he realizado, aunque imagino la extraordinaria belleza que comporta el ceremonial ortodoxo griego,  aun  a  pesar de que el templo esté hoy en día casi desnudo, privado de gran parte de su espléndida decoración original.¡ No pierdo la esperanza de hacerlo en alguna próxima!

Nave central de Santa Mª in Cosmedin (agosto 2010)

 Entre los tesoros que guarda esta espléndida iglesia (su  bellísimo pavimento multicolor del s.XII, el baldaquino gótico sobre el altar principal, la “schola cantorum”, zona reservada a los creyentes durante la liturgia, o la “iconostasis” , división en mármol que delimitaba el lugar del sacerdote, del s.XIII,… entre otros muchos)  se conserva , en la sacristía que es hoy tienda de recuerdos, un  extraordinario mosaico enmarcado del  s.VIII, con un fino fondo de oro, procedente del oratorio de la primitiva basílica de San Pedro del Vaticano y que, según muchos expertos, representa una escena de la Adoración de los Reyes Magos:

"Adoración de los Magos", Santa Mª in Cosmedin

Al ver la estrella, se llenaron de  una inmensa alegría. Entraron en la casa, vieron al niño con su madre María y lo adoraron postrados en tierra. Abrieron sus tesoros y le ofrecieron como regalo oro, incienso y mirra.
                                                                                  San Mateo, 2, 10-12

Sirva este antiquísimo mosaico romano como mi mejor postal navideña para desearos, amigos blogueros,  unas felices pascuas, llenas de momentos inolvidables que nos acompañarán siempre.
Mil besos y mil saludos.

jueves, 8 de diciembre de 2011

CONEXIÓN A CORUÑA- ROMA: HÉRCULES.

La Torre de Hércules (agosto 2011)
  Andaba yo a vueltas con la elección de tema para mi próxima entrada cuando mi buena amiga bloguera Negrevernis vino en mi ayuda al dedicar en su magnífico blog estos días pasados una entrada al  Patrimonio de la Humanidad (http://oculimundienclase.blogspot.com/2011/11/que-es-el-patrimonio-de-la-humanidad.html);  en un ramalazo chauvinista no me resistí a presumir del galardón otorgado en el año 2009 a la joya más preciada de mi ciudad, la Torre de Hércules, y ello me sugirió el tema de hoy, permitiéndome poner en contacto mis dos urbes, mi patria chica atlántica,  A Coruña, y mi patria mediterránea  en el corazón, Roma.
A la  pregunta  de  qué pueden tener en común ambas ciudades, tan alejadas geográficamente,  intentaré dar respuesta y es entonces cuando entra en escena nuestro héroe protagonista, Hércules.
Entre los Trabajos que Hércules tuvo que realizar figura el décimo que consistió en robar el ganado de Gerión, un gigante antropomorfo, que según cuenta el mito, poseía tres cabezas y cuyo cuerpo era triple hasta la cintura; este monstruo habitaba la isla de Eritia, situada en las brumas del Occidente y su riqueza consistía en rebaños de bueyes guardados por un boyero, Euritión, y un perro, Orto.  La primera  dificultad estaba en cruzar el Océano, y, para resolverla, el héroe pidió prestada la “copa del Sol”, una gran copa en la que el Sol se embarcaba todas las noches , después de haber llegado al Océano, para regresar a su palacio en  el Oriente del mundo; las negociaciones no fueron fáciles, pero finalmente Hércules consiguió llegar.
A su llegada lo vio el perro Orto y se lanzó contra él, pero Hércules lo abatió con un golpe de su maza; otro tanto le ocurrió al boyero Euritión, quien había acudido en auxilio de su perro; luego partió con los bueyes. Advertido Gerión del terrible asunto por un pastor del dios Hades, testigo presencial de los hechos, se presentó al momento y , después de alcanzar a Hércules en tierras ártabras, luchó con él encarnizadamente, dicen que durante tres días; pero gracias a su descomunal fuerza el héroe salió vencedor, cayendo abatido  Gerión bajo las flechas de su enemigo o bajo los golpes de su maza. Después lanzó su cuerpo al mar, no sin antes cortar su cabeza (aquí se habla de una sola aunque ya dijimos que era tricéfalo) y enterrarla en una pequeña península sobre la que edificó una imponente torre en honor a su enemigo vencido; a continuación embarcó los animales en la copa del Sol y puso proa a la orilla opuesta al Océano.
Esta espléndida torre es hoy la llamada “Torre de Hércules”,  de la que todos los ciudadanos de esta ciudad nos sentimos tan orgullosos, el faro romano más antiguo que continúa todavía en funcionamiento y que hace dos años fue declarado “Patrimonio de la Humanidad”; el origen de esta torre está tan  íntimamente  ligado a A Coruña que los historiadores relacionan su construcción con el asentamiento de los primitivos “coruñeses” en el actual emplazamiento de la ciudad, coincidiendo con el abandono de la anterior zona de habitación a las afueras, en el “Castro de Elviña. Conocida en época romana como “ Farum   Brigantium” o “Farum, A  Coruña,  probablemente desempeñó un papel muy importante como puerto-escala en la ruta del estaño y otros metales procedentes del norte de Europa; la torre original fue reconstruida  en 1791 y continúa hoy en día en servicio. El escudo de la ciudad inmortaliza desde 1448 la leyenda del episodio de nuestro héroe con el gigante: en un campo azul una torre de plata rodeada de seis veneras o conchas de peregrino, bajo cuya base aparecen una calavera y dos tibias cruzadas que serían las del mismísimo Gerión enterrado por Hércules; se entrecruzan, así, la leyenda y la historia.
La realidad, sin embargo,  parece  ser otra distinta; probablemente alzada en la segunda mitad del s. I d. C. por un arquitecto lusitano,  de Coimbra concretamente, cuyo nombre, procedencia y profesión, Caio Sevio Lupo, nos han  quedado  para siempre en una inscripción sobre piedra conservada aún hoy junto a la base de la torre y protegida  por una pequeña caseta, que pasa absolutamente inadvertida para la mayoría de los visitantes.

Escudo de A Coruña
Pero volvamos al mito;  a su regreso de la expedición al occidente conduciendo a los magníficos bueyes sustraídos a Gerión, Hércules  llegó a orillas del río Tíber y dejó pacer en libertad a las reses en el lugar del futuro “Foro Boario”, el mercado de ganado de Roma, mientras él, fatigado del largo viaje,  descansaba y echaba una cabezada.
Vivía muy cerca de allí, en una gruta al pie del Aventino, Caco,  un ladrón monstruoso,  famoso en toda la región, tenido por hijo del dios Vulcano, que tenía tres cabezas y despedía fuego por sus tres bocas.  Atraído por la belleza de los bueyes y no pudiendo llevarse toda la manada, como hubiese deseado, robó  cuatro vacas y cuatro bueyes y los ocultó en su cueva; y,  para no dejar rastros, obligó a los animales a caminar hacia atrás tirándoles del rabo, de tal manera que las huellas parecían dirigirse en sentido contrario a la gruta.
Cuando Hércules despertó de su sueño y recontó su ganado, rápidamente  advirtió que le faltaban  algunas reses y se puso a buscarlas; y habría tenido éxito la estratagema de Caco si,  según una versión, los animales al olfatear a sus congéneres no se hubiesen puesto a mugir, descubriendo así su presencia, o si, según otra versión, la hermana de Caco, Caca, no hubiese traicionado a su hermano al revelar a Hércules el lugar donde estaban escondidos los animales. Sea como fuere, entre ambos se entabló un terrible combate que finalizó con la victoria de Hércules quien con su maza dio buena cuenta de las tres cabezas de su rival.
 En alusión a la segunda versión de esta historia, en honor de la hermana de Caco las Vestales, de las que hemos hablado en las dos entradas anteriores a esta, ofrecían sacrificios y, por haber revelado que su hermano arrojaba fuego por la boca y devastaba los campos, se le ofreció un templo, que como protección contra los estragos de las llamas, cuentan que se encontraba al cuidado de estas sacerdotisas.
Y así, al hilo de Hércules y de la consecución de su décimo Trabajo, hemos llegado a esa conexión que establecía yo al principio, entre dos ciudades distantes entre sí en el espacio, pero hermanadas por la figura de este legendario héroe y sus peripecias; no olvidemos que el Foro Boario (de bos, bovis, buey o vaca) era el gran mercado de ganado de la antigua Roma y en él se levanta ese hermoso templo de Hércules Olivario, que, como hemos explicado, es en ocasiones mal llamado Templo de Vesta.
Espero en  esta ocasión haber sabido presentar con amenidad ese nexo común que ata mis dos ciudades y me despido de mis amables lectores teniendo el privilegio de contemplar ahora mismo desde mis ventanas la bellísima y elegante silueta de esta Torre que deseo siga iluminando mil años más esta gallega costa. 
La Torre de Hércules al anochecer (diciembre 2011)
 P.D. Esta entrada está dedicada al doctor coruñés José Luis Vázquez Iglesias (Manito), a quien debemos el reconocimiento de la Torre de Hércules como Patrimonio de la Humanidad; a él que se declaró siempre un enamorado de la Torre sirvan estas palabras in memoriam.

domingo, 27 de noviembre de 2011

DE VIRGINIBUS VESTALIBUS

Estatua de Vestal (marzo 2011)

Como complemento a la entrada anterior sobre el templo de Vesta en Roma, me he decidido a publicar esta que tiene como protagonistas a las sacerdotisas dedicadas al culto de la diosa del hogar y el fuego; surge, además,  como respuesta  al interés suscitado sobre estas mujeres que  yo misma había dejado un poco de lado para  centrarme especialmente en la confusión creada en torno a los dos supuestos  templos de Vesta.  Justo será  profundizar en el carácter excepcional de este colegio sacerdotal,  el único  femenino en la antigua Roma,  que presenta elementos  curiosos y dignos de ser reseñados.
Tan antiguas como el culto de Vesta son las Vestales,  y el propio Tito Livio en su  Ab urbe condita 1, 3, 11, nos  narra que Rea Silvia, la madre de Rómulo y Remo, era  una Vestal:
Addit sceleri scelus: stirpem fratris virilem interemit, fratris filiae Reae Silviae per speciem honoris cum Vestalem eam legisset perpetua virginitate spem partus adimit.
(Amulio) añadió crimen sobre crimen: mató a los hijos varones de su hermano y a la hija de su hermano, habiéndola elegido como Vestal, con la apariencia de honrarla, la privó de la esperanza de dar a luz, obligándola a una perpetua virginidad.
Numa Pompilio, según Livio, sería quien  habría elegido a las Vestales, sacerdocio originario de Alba Longa, ciudad fundada por Iulo o Ascanio, hijo de Eneas:
virginesque Vestae legit, Alba oriundum sacerdotium et genti conditoris haud alienum ( Ab urbe condita, 1, 20, 2)
Eran seis y eran  elegidas por el pontífice máximo,  la cabeza religiosa del estado romano;  las muchachas seleccionadas eran propiamente  “arrebatadas”, porque el verbo  capere ,  el mismo usado en la designación de los pontífices y los augures, es el utilizado también  en la elección de las Vestales.  Una vez en el atrio de la diosa, sin menoscabo de derechos y sin emancipación alguna, las doncellas salían de la patria potestad, constituyéndose en ciudadanos  de pleno derecho,  y , aun siendo mujeres,  tenían facultad de hacer testamento.
Existían, no obstante, condiciones exigidas  para su elección:   se trataba de niñas  de  entre los seis y los diez años de edad, a las que  se les exigía no ser huérfanas ni  de padre ni de madre, ni presentar ningún defecto físico, como la tartamudez o la sordera;  sus padres debían tener su domicilio en Italia y  no podían haber vivido en la esclavitud, ni haber ejercido profesiones infamantes ni negocios sórdidos, entre los que se contaban los gladiadores, los maestros de gladiadores,  los dueños de burdeles, los miembros de sociedades de pompas fúnebres y hasta los pregoneros.
El principal deber de estas sacerdotisas era mantener siempre vivo el fuego sagrado de Vesta, que era renovado anualmente el  primer día del mes de marzo;  si por descuido  se apagaba antes,  era considerado como una desgracia nacional y  la culpable era fuertemente azotada como castigo. Se hacía necesario entonces encenderlo de nuevo frotando dos palos de árbol frutal o con la ayuda de un espejo y los rayos de sol sobre yesca u hojas secas.
De los treinta años que duraba su sacerdocio, los diez primeros se preparaban y formaban como novicias; en los diez siguientes, desempeñaban propiamente su función de sacerdotisas, quedando los diez últimos años dedicadas a enseñar a las más jovencitas; una vez pasado este tiempo eran libres  de dejar el sacerdocio y casarse, aunque muy pocas parecen haber sido las que optaron por un matrimonio tardío y la mayoría  de ellas siguieron fieles hasta la muerte al voto de castidad. Sobre todas ellas presidía  la Virgo Vestalis Maxima , la Vestal máxima.
Cuando una Vestal incumplía el voto de castidad era enterrada viva y las fuentes nos informan de que este hecho atroz era llevado a cabo con gran aparato; Plutarco nos describe que la Vestal condenada era conducida en litera, cubierta con cortinas, atada con correas, hasta el Foro, con gran tristeza y tribulación para todos los ciudadanos que acompañaban en silencio el cortejo, pues era terrible espectáculo para la ciudad. Llegados junto a la puerta Capena, donde bajo un largo y extenso túmulo de tierra se había habilitado un estrecho aposento subterráneo al que se accedía por una escalera, la litera se detenía y el pontífice máximo, entre oraciones, colocaba a la condenada, envuelta en espesos velos, al pie de la escalera que bajaba a la cámara, donde sólo había un lecho con cojines, una luz encendida y una escasa provisión de alimentos como agua, pan, miel y aceite. Cuando la Vestal  había descendido y llegado al fondo, retiraban la escalera y cerraban el aposento con mucha tierra, hasta que el piso estuviese al nivel del túmulo. ¿Y qué ocurría con los varones cómplices? Que eran azotados por el pontífice máximo  hasta la muerte.
Tan sólo a lo largo de mil años, desde  Numa  a Teodosio,  murieron así dieciocho Vestales, aunque otras  muchas que  fueron objeto de acusación lograron probar su inocencia, ¡ y hasta la mismísima Vesta tomó parte en la defensa de  la Vestl  Tucia, que,  acusada de incesto, probó su inocencia transportando agua del Tíber hasta el templo en una criba o cedazo!  A otras se encargó de defenderlas el propio Cicerón, como a  la Vestal Fabia, hermana de su esposa Terencia, a quien se acusaba de tener ilícitos amores con el conspirador  Catilina; su cuñado  consiguió para ella la absolución y la rehabilitación en el sacerdocio.
Las Vestales disfrutaban de privilegios de los que no gozaba ninguna otra mujer en Roma y se les tributaban  grandes honores, ya que eran consideradas hijas del Estado y hermanas de todos los ciudadanos romanos.  Vivían con gran lujo a expensas del  pueblo,  libres de la autoridad paterna y, como ya dijimos anteriormente, en virtud de  la ley Horacia eran las únicas mujeres que podían hacer testamento desde los primeros tiempos; por esta misma ley  podían intervenir como testigos en los juicios sin prestar juramento.
Salían al calle precedidas de lictores, igual que los magistrados,  y hasta los más altos les ceden el paso cuando las encuentran;  vestían de blanco tocadas con una diadema llamada “ínfula”; tenían el privilegio de ser conducidas en litera  y en vehículos de rueda y, si un reo conducido a muerte se topaba con ellas, quedaba absuelto si la Vestal juraba que había sido fortuito el encuentro.
En la celebración de los juegos públicos, se les reservaba una tribuna próxima al palco del emperador, y su veredicto era decisivo para que el gladiador vencido muriese o conservase la vida; sin embargo, a mí siempre me ha  parecido  un poco difícil conciliar su carácter grave y reservado con el ambiente furibundo y sangriento típico de estos espectáculos.  
Sobre el origen de las Vestales se han propuesto varias teorías:  para algunos se trataría de las hijas del rey;  para otros, de  cautivas en las luchas primitivas, una élite de mujeres prisioneras reservadas para un jefe, que sería el único con derecho a tocarlas, o consagradas al espíritu de la tribu y, por ello, inviolables. Hay casos legendarios  de Vestales fecundadas  de forma maravillosa por un falo salido del fuego o de entre las ceniza, y convertidas  por milagro en madres;  es  por ello que  en el atrio de  Vesta  se guardaba, entre las cosas sagradas, un falo, que en Roma quedó divinizado bajo el nombre de Mutinus Titinus o Mutunus Tutunus;  los  falos  eran considerados amuletos símbolos de fecundidad y  contra la mala suerte , pero. .. a esta historia  tan curiosa habrá que dedicarle otra entrada, sin duda, muy reveladora.
En resumen, las Vestales, elegidas entre las jóvenes principales de Roma, forzadas a guardar castidad sin previo consentimiento, dedicadas a servir el hogar de Vesta, cuidar y asear su templo, castigadas con dureza si incumplían sus obligaciones, gozaron, a cambio, de grandes privilegios; la pregunta queda en el aire: ¿compensarían  a estas mujeres los grandes  honores las pesadas  onera,  el  altísimo cargo las inmensas cargas que llevaba aparejado?

domingo, 20 de noviembre de 2011

LOS DOS TEMPLOS DE VESTA EN ROMA: EL AUTÉNTICO Y EL FALSO

El "auténtico" templo de Vesta en Roma (agosto 2010).

Si hay algo que sorprende en muchas guías turísticas de Roma y también en Google (no hay más que fijarse en las cinco imágenes que ilustran la búsqueda “templo de Vesta Roma), es la supuesta existencia de dos templos dedicados a esta divinidad;  y quizás  con esta breve explicación se justifique el título de la entrada de  hoy , pero el tema merece que abundemos un poco más. Convendrá, pues, empezar por el principio, que es como decir por el Foro.
Vesta era una diosa romana de carácter muy arcaico, que presidía el fuego del hogar doméstico; la etimología de su nombre no es clara, como sucede en la mayoría de los dioses puramente romanos, pero sí sabemos que esta diosa se remonta a la más profunda antigüedad romana y, curiosamente, en el orden de divinidades ella es citada la última, posición que el propio Cicerón justifica en su De natura  deorum  2,67 por ser la custodia de las cosas más íntimas,  a quien en  último lugar se le dirigen el sacrificio y la plegaria . Pertenece, al igual que la Hestia griega, al panteón de las doce grandes divinidades  la mayoría de los autores están de acuerdo en que su culto fue introducido en Roma por Rómulo, quien cuando trazó con el arado el surco del  pomerium,  el límite sagrado  de la ciudad de Roma, una línea imaginaria con definición legal y religiosa que abarcaba un espacio muy limitado (la colina Palatina, pero no el Capitolio), invoca como dioses protectores de la ciudad naciente a Júpiter y a Vesta. Pero esto no deja de entrañar cierta dificultad puesto que su templo, de planta redonda,  un pequeño santuario que conservaba el recuerdo indoeuropeo del hogar de la cabaña, de las antiguas  cabañas del Lacio, no se levantaba en el interior del Palatino, sino en el exterior,  en el Foro romano, fuera de los límites de la ciudad de Rómulo, lo que eran tierras de Roma, pero no era Roma.
La personalidad de Vesta queda un poco difusa; ella es la llama, el fuego que siempre ha de permanecer vivo para que Roma subsista. Pero Vesta es también la Tierra, la tierra que con su virtud germinativa proporciona a los hombres los frutos  y, al mismo tiempo, el fuego que los cocina;  por ello se la relaciona con la confección de platos sencillos, con  los panes  cocidos, con los hornos  y los panaderos. De ahí que, y con esto se confirma una vez más su carácter arcaico, su animal sagrado sea el asno, animal mediterráneo por excelencia, por oposición al caballo indoeuropeo;  no es casualidad que los asnos  hiciesen girar en las tahonas las muelas de piedra pómez para moler el trigo, como todavía hoy nos permiten ver  las panaderías de Pompeya. Y en las fiestas Vestalia, celebradas en honor de Vesta a mediados de junio,  los burros se coronaban con flores y sartas de panes y no se les hacía trabajar.

Molinos de trigo en una panadería de Pompeya (marzo 2011).

 Una leyenda tardía justificaba la elección del asno como animal Vesta porque en un intento de asalto a la diosa por parte de un lujurioso dios Príapo,  este la había  alertado con sus rebuznos, salvando así su virginidad; y es que  Vesta es una diosa virgen,  que permaneció siempre pura,  como puro es  el fuego y  como el agua viva de fuentes, manantiales  o ríos empleada en su culto.
A su culto estaban dedicadas las vírgenes Vestales,  el único colegio sacerdotal femenino en la antigua Roma;  estaba formado por jóvenes doncellas escogidas  desde niñas de entre las mejores familias de Roma, entre 6 y 10 años y en perfectas condiciones físicas. Una vez incorporadas al templo de la diosa,  servían durante treinta años, obligadas a permanecer vírgenes bajo el castigo terrible de ser enterradas vivas en el Campus Sceleratus , si incumplían este voto de castidad (cosa que en escasas ocasiones sucedió).
Su ocupación fundamental, entre otras diversas, era cuidar del fuego que se guardaba en su templo circular, evitando que se apagase; si esto sucedía la responsable era castigada y el nuevo fuego debería  ser encendido, dicen, con ayuda de la luz solar. Gozaron de extraordinarios privilegios, por ejemplo, el de poder testar y  ocupar el  lugar preeminente en los asientos de honor junto al emperador en el  anfiteatro , y eran tratadas con  absoluto respeto y consideración por todos los ciudadanos; llevaban asimismo una vida de opulencia y comodidad en la Casa de las Vestales”, junto al templo.
Los restos de este auténtico Templo de Vesta pueden verse hoy   al sur del Foro y  de él sólo quedan  apenas tres columnas de estilo corintio elevadas  sobre un podio de planta circular procedentes, seguramente, de su última reconstrucción, ya que el templo fue destruido por el fuego en muchas ocasiones. En él, además del fuego sagrado, símbolo del hogar común de toda Roma, se custodiaba también el Palladium, una veneradísima estatua de madera de la diosa Palas Atenea (la Minerva de los romanos)  que se decía que había sido traída desde Troya por el héroe Eneas, quien  daría origen mítico a la estirpe de los romanos.

Vestal (marzo 2011).



Atrium Vestae (marzo 2011).


















Junto a este templo, aún pueden contemplarse hoy en día los restos de lo que fue el magnífico Atrium Vestae,  la Casa de las Vestales,  un palacio de ochenta y cuatro habitaciones;  en febrero de este año 2011 y después de 20 años de trabajos de restauración, la Casa de las Vestales reabrió sus puertas y, en mi última visita en el mes de marzo yo misma he tenido la suerte, el placer y el privilegio de pasear  por vez primera por el jardín de las Vestales, adornado con estatuas de algunas de ellas que se conservan.
Si, como hemos visto, el Templo de Vesta estaba ubicado desde muy antiguo en el Foro,  ¿por qué he hablado de un “falso” templo de Vesta  en Roma? Abordo la cuestión y pongo así punto final a la polémica.

Templo de Hércules Olivario (agosto 2010).

 En la zona del llamado “Foro Boario”, el antiguo mercado de ganado de Roma, próximo al Tíber y enfrente de la bellísima Iglesia de Sta. María in Cosmedin,  se alza un elegante templo circular, el más antiguo templo romano de mármol conservado; es el “Templo de Hercules Victor o de Hercules Olivarius” dedicado al héroe Hércules por un rico comerciante de aceite, Marco Octavio Erenio,  quien pagó de su bolsillo  todos los gastos originados por  la construcción del templo y se  lo dedicó a este Hércules Victorioso,  protector de los productores  y mercaderes  de aceite. Cuando se construyó, hacia finales del s.II d.C.,  el mármol que se usó para levantarlo era extraordinariamente caro, porque en ese momento todavía  no era posible extraerlo en canteras de Italia  y, por tanto,  era necesario importarlo de Grecia.
Por tratarse de un templo circular, completamente  rodeado de columnas, fue tomado erróneamente por un templo de Vesta y  todavía, persistiendo en el error, se le denomina con ese nombre, incluso en referencias especializadas de arte.   Desde 1132 fue convertido en iglesia, primero como Sto. Stefano alla Carrozze,  y más tarde,  en el s.XVII,  como Sta.  Maria del Sole;  en junio de este año, después de tres años de restauración, se reabrió al público, aunque para mí queda como asignatura pendiente para un próximo viaje.
Una última curiosidad de este templo es la leyenda que dice que, pese a estar en pleno mercado de ganado, ni las moscas ni los perros se atrevían a entrar en él.
Para acabar sólo me quedar expresar el deseo de que este nuevo itinerario por la Roma clásica haya sido del agrado de aquellos que se hayan acercado con curiosidad a esta entrada cuyo título sembraba la duda y espero haber sabido solucionarla adecuadamente.